Ahora que las lluvias han producido el milagro de hacer brotar los renuevos del campo así como las hierbas que alimentan al ganado bravo, poniendo los cuarteles en los que rumian, berrean y pitan los toros de lidia de un verde esplendoroso, sano, de hermosura sin igual, hay momentos en esas dehesas de inolvidable recuerdo y grata experiencia.
Es la dehesa el sitio en donde el toro se cría, vive y se conforma en su ciclo vital con los congéneres de su raza encastada y brava. El toro de lidia, de por sí vago y tranquilo, rumia estrellas en el campo inabarcable de las ganaderías españolas.
En esta ocasión traigo a colación el repaso que un buen amigo, miembro de la Asociación de Presidentes de Plazas de toros, Javier Fernández Cisneros, ha llevado a cabo por las tierras donde pacen los toros del sol que diría el inolvidable Alfonso Navalón, el de escribir y torear y dispongo del recinto de la acreditada ganadería de Dolores Aguirre Ibarra, la dehesa Frías, como ejemplo del sitio acogedor, único y espacioso que tiene el animal más querido por los españoles, el toro bravo como ejemplo palmario de la belleza y del verde singular que tiene el suelo donde viven estos animales únicos e irrepetibles.
Habría que considerar no solo de alto valor ecológico estas fincas ganaderas, sino respetarlas y apoyarlas por cuanto significan en el devenir pasado, presente y futuro de la fiesta de toros.
Todos los ganaderos se muestran orgullosos con sus animales y les sobrecoge la emoción cuando uno de ellos protagoniza el espectáculo de bravura, casta y genio en una plaza frente a las muñecas de un torero, tras cuatro años de contemplarlo, quererlo, alimentarlo, protegerlo, desparasitarlo, cuidarlo y mimarlo hasta el extremo. Por eso, las dehesas españolas tanto del norte como del sur son recintos soberanos e inigualables que en primavera alcanzan un latido de silencio y vida donde el hombre se acerca un poco más a su espíritu y entronca con su origen, con su sentido vital de alma agropecuaria. Y allí muge un toro en el resoplido formidable de la embestida de su sangre brava.
A todos los ganaderos, los de ayer y los de hoy, el homenaje, la distinción, el reconocimiento y el aplauso sincero por una labor única, singular, genuina, impagable al conservar en sus manos la soledad pacífica y esperanzada de una dehesa, la casa, el hogar del toro de lidia.
Fotos: Javier FERNÁNDEZ
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