Hablamos de la suerte de varas con cierto recelo a la vista de cómo se van sucediendo los distintos festejos tanto de novilladas picadas como de corridas de toros. Los picadores, toreros de oro, que son silbados por el hecho de serlo y cuando aparecen montados en sus jacos para ejercer un tercio fundamental en toda la lidia de toros bravos. Y no digan dueñas cuando agarra la vara y clava en el morrillo del toro, normalmente trasero, con ese ansia y saña aparente para contrarrestar la fuerza del cornúpeta.
Al picador, torero de oro, origen de la primitiva tauromaquia y figura importante en la lidia, se le silba por su actividad fundamental, tal vez por ese prurito de los espectadores que no quieren ver demasiada sangre corriendo por el lomo del toro, acogidos mejor a una tauromaquia dulce, hermoseada, de fachada y de fiereza obediente y templada. Y así, ya en el mismo instante de colocar la primera vara surgen las protestas y silbidos desde los tendidos, en una muestra más que evidente no ya del cambio de costumbres, que también, sino por aquello del buenismo que impregna muchas facetas de la vida, hasta la del espectador ante la suerte de varas.
Sin embargo, cuando la suerte se ejerce como mandan los cánones, con distancia, perfecta colocación y el toro arranca como un tren desde casi los medios y embiste al caballo con ese topetazo impresionante, pero la grácil vara del piquero le para, le ahorma, le mide en una pelea singular, única, irrepetible y hermosa cuando se hace bien, esa acción reconforta, hermosea y hace muy grande la lidia.
En las siguientes fotografías os coloco algunos momentos de la suerte de varas hecha en la Villa segoviana de Cuéllar este pasado fin de semana ante toros de Miura y que mantuvo la atención de muchos y cuya evolución recuperó agradablemente esa sensación que viene faltando, cada vez más, en la lidia de los toros bravos, hasta el punto que llegará el caso en que esa suerte se suprima de las corridas de toros por aquello de fundamentar las mismas solo en la faena de muleta, cuando todos los tercios tienen su importancia, dejando incompleta la grandeza de la fiesta.
Fotos: Jesús López/Cultoro/Mundo Toro.
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