La fiesta de toros se mueve, evoluciona y llega a la gente no sólo con las grandes gestas protagonizadas por los toreros sino también, y de ahí su grandeza, con pequeños detalles que, sumados uno a uno, completan una actividad única, genuina, propia, españolísima, recogida en la historia y la grandeza de la Tauromaquia.
Desde el recental que apenas con unas horas de vida se pone en pie, corretea y accede a la ubre fecunda de su madre para mamar la leche que le hará fuerte y poderoso, hasta el vendedor de almohadillas, el botijo de agua o los cascabeles de las mulillas del arrastre, el rastrillo de madera, calarse una montera o desplegar los trebejos para iniciar la faena taurina, muchos esfuerzos, considerables desazones, privaciones, trabajos e ilusiones son puestas por muchas personas para que una tarde de toros se lleve a efecto, continúe, termine redonda o no, y complete un espectáculo lleno de luz y colorido, vida y verdad, sentido de la responsabilidad y del amor grande e impagable hacia el animal más bello que cría la tierra, un bravo toro de lidia.
Uno más de los pequeños detalles que hoy queremos mostrar a los lectores es la tablilla anunciadora que, antes de soltar al toro para iniciarse la lidia, recoge somera y resumidamente los datos del ejemplar: El nombre, su fecha de nacimiento, el peso, la ganadería de procedencia y el añadido del color de la divisa si llega la realización plástica del cartelón, portado por un arenero que también sale o debe salir vestido como es debido y sea tradicional en el coso de que se trate. Ya decía Cervantes que «un palo vestido no parece palo«. Y ciertamente, así es. El adorno, las formas, aunque parezcan nimias y de escasa apreciación, tienen en sí mismas una radical importancia en esta liturgia que es, que debe ser y que debe darse, en la fiesta de toros.
Ejemplos de tablillas vienen hoy a recordarnos que lo pequeño, lo nimio, lo sencillo, sigue siendo tan importante como lo grande, lo especial, lo atrayente por sí mismo. El muchacho aferrando con fuerza el palo de la misma, como si fuera un estaquillador, iza, levanta y gira alrededor de sí mismo para que sean contemplados los datos por cuantos acuden al tendido de una plaza de toros. Luego, el cartelón se cuelga en las inmediaciones de la puerta de toriles para que sirva de recordatorio fiel del ejemplar lidiado, hasta que el torero rinda la vida del toro bravo con el acero de su estoque.
Por suerte en muchos sitios hay empresas conocedoras de sobra de todo lo que las formas, además del contenido, significan. Y gracias a ellas, a esos empresarios del silencio, de la afición desmedida y del esfuerzo profesional, aún podemos seguir vistiendo ese palo, agrio en ocasiones, duro, profundo y especial, que para mucha gente tiene la Tauromaquia. El aficionado y sobre todo quien se acerca por primera vez a la fiesta de toros debe saber, debe conocer todos esos aspectos que darán más grandeza si cabe a la obra humana de crear belleza y emoción ante un toro bravo. Y sobre todo porque la sencillez de las cosas y la explicación es nuestra tablilla anunciadora.
Fotos: José Fermín Rodríguez
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