Que hay momentos de auténtico histrionismo en la fiesta de toros protagonizados por quienes deberían cuidar algo más las formas de sus manifestaciones es más que evidente en estos últimos tiempos. El último ejemplo es un torero saltimbanqui en la plaza de Algeciras que trepó al tendido para brindar uno de sus toros a un viejo compañero, hoy dedicado a los comentarios de retransmisiones televisivas.
Los protagonistas fueron Antonio Ferrera y el homenajeado Francisco Ruiz Miguel.
Lleva ya varias ocasiones Ferrera haciendo de su liturgia torera un sayo y poniendo en el escaparate público instantes extraños, de esos que dicen rompen el marco, como torear con un capote de seda azul, subirse al tendido a brindar un toro o actuar como si el coso taurino fuera un circo destacado.
El maestro Ferrera ha hecho de su vida taurina y torera el centro de su misma actuación, bien es verdad que sin comprender en absoluto lo que es la liturgia perenne de los acontecimientos que tiene en sí misma la gestión de la Tauromaquia la cual ciertamente tiene aspectos inamovibles y que deben ser respetados siempre y en todo momento.
Algo así como en la liturgia de la Misa si el oficiante decidiera salir al altar del Señor con pantalones vaqueros y una camiseta con la cara de cualquier personaje histórico en lugar de aparecer revestido con el alba y la casulla del ordinario religioso.
El histrionismo al que ha llegado Antonio Ferrera seguramente a unos les parecerá bien y a otros no tanto. En su libertad él hace lo que le viene en ese momento para poner en acción y exhibir algo distinto. Sin embargo, el arte de torear en su raíz profunda de tradición y unidad con el ayer y el hoy, debería mantener en las actuaciones el respeto, la delicadeza y el servicio a una liturgia que debe prevalecer a los ojos de quienes miran.
Y así por mucho cariño que tengamos, es necesario siempre mantener el oremus. Y esto lo dice y firma un Presidente de Plaza de toros que, cuando preside una corrida, acude con corbata y traje para dignificar un acto tan grande, singular y grandioso como supone una tarde de toros.
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