Que la fiesta de toros es fiesta y diversión para muchos ha quedado palpablemente demostrado esta tarde en el coso de Cuatrocaminos con la salida en hombros de los costaleros de la terna actuante. Y no han sacado a Justo Hernández, el ganadero, porque no se les habrá ocurrido.
Ponce, El Juli y Gines Marín han salido aclamados al acabar la corrida en ese paseo triunfal hasta la calle del coso santanderino, cuyo público amable, entregado, propenso a la “colaboración” sin importar errores, equivocaciones o yerros de esos que se producen en todas las personas y todos los días, ha llenado hasta las tejas el coso de arena negra y aplaudido a rabiar y emocionados a los toreros.
No empezó bien Enrique Ponce, con el “aireado” que abrió plaza y que sembró cierto desconcierto en la cuadrilla del torero de Chiva, durante su Lidia. Masacrado en una vara tipo tres en uno y horriblemente banderilleado, con recurso al sobaquillo y un palo en cada viaje, la faena de Ponce no tuvo nada y rápido despachó al toro con estocada caída,silenciándose su labor. Pero en el cuarto un bueno y encastado “guardaperros”,negro girón, bragado y lucero, Ponce levantó al público de sus asientos con una emotiva faena a los sones tristes de la música de la Misión. La cuatro poncinas finales desataron a los espectadores. Estocada trasera y tendida y un aviso y le dieron dos orejas, premio sentimental y exagerado, pero el público manda. Fue el triunfo de un maestro consagrado y con el oficio más que aprendido. y mientras daba la vuelta al ruedo, y le cantaban “el viento del norte”, una canción típica cántabra a la que quieren hacer himno.
El Juli corto una oreja a cada uno de sus enemigos. Ante “persuasor” mostró su temple y magisterio así como su entrega maciza. Estocada trasera y oreja para su esportón. Sería ante “ordenante” con un pitón izquierdo de antología donde el madrileño sometió profunda y poderosamente al ejemplar de Justo Hernández. Pese a pinchar en la primera entrada y recibir un aviso, le pidieron la oreja que le fue concedida.
Y Ginés Marín , el joven de la terna, pese a tocarle uno de Domingo Hernández, manso y rajado, no fue escollo para las ganas del torero, quien con deseo y voluntad, sacó todo lo que tenía en su genotipo el ejemplar. Ginés puso de su parte las ganas y logró cortar una oreja a cada uno de los de su lote.
Tarde de Toros con público triunfalista y agradecido, sobre todo en la solana con los toreros. Y es que, a veces, viene bien ir a divertirse a los toros y ser espléndido pero creo que a los “ricos” hay que exigirlos más y a los “pobres” olvidarlos menos pues normalmente a quien más tiene más se le da y a quien no tiene, hasta se le niega lo poco que logra. Así de ingrata es esta vida.
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