Ya despliega en el horizonte el año nuevo su capote grana y oro para dar la sensación de un activo más en el que centenares de miles de personas buscan y encuentran acomodo, distracción, negocio, profesión, servicio y disposición, ante un volumen económico directo nada más y nada menos que de dos mil quinientos millones de euros, produciéndose además tres millones setecientas mil jornadas de trabajo, lo que da la importancia de la fiesta de toros.
Ojalá que para este 2011 que estamos a punto de estrenar los 15.000 festejos taurinos celebrados en España, de los que 1.500 fueron festejos de corridas de toros, novilladas picadas o corridas del bello arte del rejoneo, catalogados como mayores, en tanto los festivales, capeas y becerradas alcanzaron el número de 3.500, denominados menores y 10.000 festejos populares, de encierros y suelta de reses, los 15.000 festejos de ayer, digo, sean más y mejores.
La tauromaquia española sabe evolucionar en sus aspectos empresariales y de organización, ofreciendo una variedad de espectáculos con diversidad de precios, de públicos a los que se dirige y en riqueza simbólica y artística, Así el sector taurino mantiene inmuebles de alto valor histórico, arquitectónico y monumental en número de 562 plazas permanentes (nueve de primera categoría; 46 de segunda y 507 de tercera), repartidas por todas las comunidades autónomas y en cuanto al factor humano dispone de un registro de 3.362 profesionales encuadrados en sus respectivas categorías de matadores de toros, novillos con picadores, sin picadores, rejoneadores de toros y de novillos. A ellos hay que añadir los 2.409 picadores y banderilleros distribuidos en las distintas secciones, 142 toreros cómicos y 1633 mozos de espadas.
También hay que dejar dicho que las empresas ganaderas de lidia en España suponen 1.200 entidades que mantienen 540.000 hectáreas de dehesas con 130.000 vacas reproductoras de la raza autóctona de lidia.
Ahí está la Mesa del toro facilitando los anteriores y otros muchos más datos, dándose el caso también de la repercusión que tiene en múltiples sectores económicos, en especial de la hostelería y restauración y en general con el fomento del turismo español. Un sin fin de razones reales, claras, ciertas y verdaderas. No elucubradores, metafísicas o filosóficas las que dan los números que mueve la Tauromaquia española.
Por eso, que haya organizaciones del signo que sea que quieren terminar con el paraguas económico que para muchas familias tienen los toros, ante lo abrumador de los datos, da la sensación de cortedad de miras, decadencia, falta de conexión con la realidad y ausencia del sacrosanto servicio a la comunidad y a sus miembros. Con toda urgencia deberían reconducir sus actuaciones al bien común para evitar lo que será para ellas su propia desaparición.
Por nuestra parte, lo que podemos hacer, cada uno desde el sitio que ocupe y desde la función que desempeñe, está bien claro: Hacerlo lo mejor posible, lo mejor que sepamos, con profesionalidad, dedicación, acierto, preparación y conocimiento. Es hora de engrasar los cerrojos cuando los portones de la temporada van a descorrerse en pocos días.
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