Pero ni tienen apenas público, ni lo arrastran, ni medio llenan las plazas, ni compensan económicamente a quien las organiza. Además nadie está en ningún negocio, absolutamente en ninguno si el mismo no hace más que causarle pérdidas económicas, quebrantos y ruinas más o menos acuciantes. Tan solo algunas organizaciones particulares intentan año a año programar ciertas actividades que faciliten la posibilidad de torear a esos muchachos que empiezan y quieren ser toreros, bien es verdad que sin la ayuda pública por aquella memez insensata que “el dinero público no es de nadie”, la subsistencia es casi imposible, salvo que la familia del niño torero tenga ciertos posibles para conseguir que el vástago toree ante el público.
Un ayuntamiento como el de Valladolid ha sido pródigo estos últimos años en el mecenazgo de estos muchachos que empiezan, facilitando su apoyo económico a unas novilladas sin picadores dentro del mismo paquete de la subvención económica. Con la aportación pública y no lo olvidemos su particular esfuerzo y trabajo, la empresa de la Plaza programaba novilladas sin picadores de las denominadas de promoción, con el fin de servir de escaparate y sacar valores nuevos para la Tauromaquia.
Recordando aquellas primeras novilladas nocturnas de otros tiempos y adaptaciones de los entretenimientos y diversión que llenaban a rebosar los tendidos de la plaza de Valladolid en las noches de verano, todo eso ahora es una quimera, una imposible mirada atrás, merced al cambio del concepto, a los nuevos tiempos, a la falta de apoyo social, a las pujas y ataques a la Tauromaquia, a la ausencia de espectadores… Con cierto criterio por conseguir una propuesta de mejora, se cambió la política de las noches por las vespertinas alrededor de San Pedro Regalado dando pie a que seis muchachos, algo mejor preparados, pudieran torear en una novilladas sin picadores de cara al público y competir después los tres mejores en otra alrededor de las fechas de septiembre como una gran final para ellos. Ahí están las memorias, los recuerdos y los relatos de aquellos y de estos momentos contados con mayor o menor acierto.
Novilladas sin picadores eran festejos que se llevaban a cabo en cientos y cientos de pueblos de Castilla y León y de toda España año a año para fomentar el vivero de nuevos valores que accedieran al escalafón de la Tauromaquia. Por poner un ejemplo cercano, Tordesillas celebraba todos los años dos y hasta tres novilladas sin picadores, bien es verdad que de cuatro novillos cada una, en la que muchos de los viejos toreros que ahora rumian el recuerdo actuaron con motivo de las fiestas de la Peña. Eso era una auténtica promoción en toda regla de la Tauromaquia sencilla y pequeña, la del primer escalón, la que apenas cuenta, pero que sirvió para que la afición despertara, hubiera muchachos que encontraron su profesión y de la que vivieron o malvivieron a lo largo de su vida.
Hoy en día todo este concepto ha cambiado y, salvo contadas excepciones como Ledesma, Fuentesaúco y pocos pueblos más, lo ha hecho porque el público ya no responde al reclamo, no asiste, no abona su entrada, no tiene aliciente por contemplar el toreo de unos principiantes o de toreros más o menos vulgares, sino que desea ver otro aspecto más emocional y menos duradero y prefiere gastar su dinero en ver a una figura grande del toreo, famosa y señalada por la fortuna, la gracia, la juventud y la belleza antes que la promoción anónima de un desconocido. En resumen, si no hay ayuda pública, y más en tiempo de crisis, es muy complicado, muy difícil, casi imposible, que las empresas dediquen fondos de sus cuentas al regalo, solaz y entretenimiento de la población y más a inversiones futuras, cuando lo que prima es el resultado casi, casi inmediato.
Cualquier aficionado de ley lamenta con nostalgia y profundamente dentro de su corazón la desaparición de las novilladas de promoción para los chavales que quieren ser toreros, vivero y abono a largo plazo a fin de perpetuar el juego eterno del hombre con el toro, tal vez porque la educación, la influencia mediática y los intereses de diversión de las personas han ido y van por otros derroteros y ya en aquellos nidos de antaño no hay pájaros hogaño.
Fotos: José SALVADOR
Felipe Romero Salvachúa dice
Las ayudas públicas no tienen sentido fuera del concepto de promoción de la tauromaquia como hecho cultural. Quiero decir con esto, que a mi juicio el dinero que destine el Ayuntamiento, en ningún caso debería dirigirse a sostener los resultados de una actividad empresarial o a completar el caché de determinados toreros.
No se entiende que se ponga dinero público para confeccionar un cartel de figuras. Si son figuras llevarán gente a la plaza. Si no la llevan o no son figuras o no merecen su caché.
Las ayudas públicas tenían sentido únicamente si aparejaban al empresario la obligación de organizar las novilladas, que es lo que se identifica con la promoción y continuidad de la fiesta. Facilitando a los jóvenes su presentación en público y dándoles la oportunidad de crecer (o fracasar) en su formación pisando un ruedo de responsabilidad.
Y además es que han dado buenos resultados. Varios de los que pasaron por ellas recientemente son hoy profesionales ya sea novilleros con caballos ya sea matadores de toros. No fue por lo tanto baldía la inversión.
El problema tal vez sea que ni el que dió la subvención hizo un balance correcto de lo que dió y que otros cuando vieron el dinero de las ayudas pensaron que era suyo, cuando en este caso era de otros, de los que empezaban.
angel dice
una pena que hayan quitado las novilladas sin caballos unas promciones de nuevos valores a figuras del toreo que de esas novilladas salieron varias figuras del toreo y dicen que es la ciudad taurina una pena . gracias