Poner en marcha una corrida tiene su dificultad, exige una preparación y en ella radican luego las ilusiones de quienes se dedican a poner este tipo de festejos para acercarlos a un público al que se ha querido recuperar en el coso del Arrabal. Hoy media plaza de espectadores han asistido a la llamada, con todas las medidas anti covid ejercidas por la empresa organizadora de Pedro Caminero, al coso medinense para presenciar una corrida de toros que había causado expectación al poder ver los toros de los Hermanos Martín Alonso, «Los Chula», que tuvieron en su tiempo el predicamento y el seguimiento de muchos aficionados.
Trabajo más que digno de Tauro pinares para conseguir que el escaparate de su ofrecimiento tuviera la atracción necesaria en la Villa de Medina del Campo, en donde el Ayuntamiento y su concejalía de cultura han echado una feria con tres festejos mayores y un concurso de cortes para celebrar no solo san Antolín sino también el fin de esta peste asquerosa que ha impedido que los toreros se vistieran de luces y los aficionados tuvieran que conformarse con las grabaciones de las corridas.
El caso es que dejamos de lado el «Piñón de España» en Pedrajas de San Esteban por coincidencia con la corrida de Medina del Campo y la decisión tuvo la culpa de no poder ver ni la suerte de varas con la espectacularidad con que se desarrolló en la Villa piñonera con los del Raso de Portillo, porque aquí en Medina fueron solo picotazos y a otra cosa mariposa. Y desgraciadamente el torero que puso su mejor forma, la colocación, el temple y la armonía en sus pases de muleta fue López Simón, pero que se convirtió en un pinchauvas con la espada, perdiendo todo cuanto se había ganado en la brillante faena al tercero de la tarde, con la decepción de los suyos pintada en el rostro.
Manuel Escribano con su forma de meter al público en sus cites y faenas logró cuatro orejas, dos de cada uno de sus enemigos, en una generosidad sin precedente por parte del palco, presidido en esta ocasión por José María Rueda. Otras cuatro cortaría Ginés Marín, dos de un anovillado torete sin fuerza y con poca raza, lidiado en tercer lugar, pero al que instrumentó la faena del arrimón junto a las tablas de la barrera. Su estocada entera y las dos peludas para el esportón. Cuestión que se repitió en el que cerraba plaza cuando ya la noche había echado su manto de oscuridad y los focos de la plaza hacían titilar las lentejuelas de los toreros.
Quiero destacar en esta corrida varias cosas. Una la alegría de volver a ver toros en el coso medinense del Arrabal gracias a la decisión del Ayuntamiento y de su concejalía de festejos. Otra la intención trabajadora y eficaz de Pedro Caminero y su equipo de personas para ejercer de anfitriones en este festejo, especialmente de María Jesús Pérez a quien el tiempo no ha doblegado en su hospitalidad, grandeza y atención. También la forma de torear, la gran faena de López Simón al segundo de la tarde, que sin embargo pasó desapercibida para los anales de la historia pues su fallo a espadas resultó estrepitoso. La raza del subalterno Arruga que, cogido y operado ayer, sin embargo colocó sus pares de banderillas, aunque cojeaba visiblemente pero superando el dolor. Los dos pares de banderillas de Mambrú al quinto de la tarde y el arrimón de Escribano sacando leche de un botijo al cuarto toro de la tarde. Por último la nobleza en general de los toros de El Chula, pero escasos de raza y fuerza. Por lo demás, ni fú ni fa.
FICHA DE LA CORRIDA:
Medina del Campo. Media plaza con las medidas anticovid adoptadas por la empresa.
Toros de Hermanos Martín Alonso, nobles, bajos de raza y fuerza.
Manuel Escribano, dos orejas y dos orejas.
López Simón, ovación y aplausos.
Ginés Marín, dos orejas y dos orejas.
Se guardó un minuto de silencio tras el paseíllo y se interpretó el himno nacional por la banda de música.
REPORTAJE GRÁFICO: José FERMÍN Rodríguez
Deja una respuesta