Lo de ayer en Las Ventas con el chasquido del trueno y la tormenta de aguacero desatado sobre el otrora recinto sagrado del toreo para encumbrar diestros y formas taurinas ha sido un esperpento y una manera surrealista de manifestación al lanzarse almohadillas tras la lidia del quinto toro de la tarde por Paco Ureña entre un griterío más aullido de bilis contenidas que de raciocinio de aficionado.
En Madrid ayer, y ojalá haya sido tan solo una anécdota, se manifestó una protesta con lanzamiento de almohadillas mientras otra parte aclamaba al maestro de Lorca que dio una lección de lucha y superación ante la dificultad frente a un sobrero del Conde de Mayalde.
Desde un tiempo a esta parte, un sector de público ha perdido el oremus que debe imperar siempre en la lidia de toros, y más en esos pedazos de toros que se lidian en Madrid donde se palpa y se ve en cualquier momento la tragedia, manifestada en el riesgo evidente por la integridad del torero. Bien es cierto que también la grandeza y heroicidad de ponerse delante e intentar hacer faena ante un toro bravo supera la dificultad.
El lanzamiento de almohadillas en la lidia del quinto toro, y la petición sonora de oreja para el diestro de Lorca es una de las paradojas de la vida que nos dice que lo nuestro es una calabriada de blanco y tinto y que si la personalidad del ser humano no es capaz de dominar su instinto de protesta, de violencia, de repulsa, de rechazo por medios que no lesionen la capacidad del otro, entonces esto tiene poco sentido, nula educación taurina y absoluta muestra de intransigencia.
Bien es verdad que no todos hicieron como se hacía en Madrid antes de llegar Esquilache al grito de : «¡Agua, va!» y tirar a la calle los mondongos, la porquería, los orines, los restos de las deposiciones nocturnas para que cayera sobre la cabeza de quien pasara por la rúa.
Mal ejemplo dado ayer por algunos espectadores de la plaza de Madrid y aunque toda generalización siempre es odiosa, ojalá se sitúe entre las anécdotas variadas y variopintas que concita y proporciona la fiesta de toros y no en respuesta habitual de un respetable que no respeta.
Foto: Luis Sánchez Olmedo/CULTORO
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