A la misma hora en dos ciudades de la Comunidad, Burgos y Zamora, dos hombres, dos toreros, salían a hombros por la puerta grande de la plaza tras dos faenas meritorias, entregadas, bellas y cadenciosas: Uno era mi amigo José Ignacio Ramos que se cortaba la coleta como matador de toros, despidiéndose de sus paisanos y otro, un diestro al que admiro por sus méritos como es Leandro Marcos, el torero de Villafranca.
Uno lo hacía ante un toro de Torrestrella y el otro ante un ejemplar burraco, de bonita lámina de Carlos Charro.
La cuestión era que a la par y a la misma hora se producían los dos acontecimientos y a uno asistí personalmente, el de la ciudad de doña Urraca, y al otro, el del Plantío, con el corazón y mi espíritu. De manera que para contar a los lectores de esta web, creo que merecen lo haga con el que presencié, aunque me disculpen el recordatorio a la labor de un hombre que ha sido torero por encima de todo y cuyo panegírico puede leerse justo aquí al lado, en la sección de reportajes.
Vamos a contar el de Zamora , organizado por Eventauro, la empresa de mi buen amigo Cipriano Hebrero, que tiene a su cargo la plaza zamorana del coso de la Amargura. Había preparado la empresa un festejo mixto con el rejoneador Pablo Hermoso por delante para despachar a dos ejemplares de la Castilleja, grandotes, bravos y con movilidad y cuatro de Carlos y Loreto Charro en lidia ordinaria de a pie para Leandro y Alejandro Talavante, triunfador en la isidrada de Madrid.
Pablo Hermoso estuvo en su línea de profesionalidad, de doma y dominio, de colocación en la plaza y de ejercer el trabajo de rejoneador mezclando el clasicismo con el aspecto tan personal que da el caballero estellés a su bello arte del rejoneo. Especialmente con «pirata» hizo auténticas diabluras y fintas inverosímiles, haciendo crujir los huesos del jaco y girando en un palmo de terreno alrededor de la cara del «candelito» de 560 Kilos al que despachó de rejón trasero y caído. Al que abrió plaza pudo cortarle una de sus orejas por un soberbio trabajo. Sin embargo no pudo redondear el éxito que buscó con ahinco pero sin suerte y poco acierto.
Y vamos a la lidia ordinaria de Leandro. Toreó a «pajarero«, recibiéndole junto a las tablas y sacándolo con gracejo hacia los medios. En su faena estuvo sobrio, entregado en un par de series con la mano derecha, pero falló a espadas al pinchar por partida doble antes de lograr la estocada.
Donde Leandro anduvo como es él fue en el quinto de la tarde de nombre «barbafina» un burraco de 445 kilos dados en la báscula que apenas si fue castigado en varas para permitir el lucimiento del diestro que logró en varios momentos por ambas manos y pese a molestarle los golpes de aire que le dejaban a la intemperie. Se perfiló a matar y logró una media muy efectiva en el sitio. El toro aguantaba su muerte en pie y Leandro, sentado en el estribo acompañó muy torero la agonía del animal.
Cuando cae el ejemplar de Charro, la gente, loca y exigente, requirió de la Presidencia las orejas para el diestro que le fueron concedidas, paseándolas orgulloso, sonriente y satisfecho por el albero. A Leandro se le vio contento, echando incluso un trago de la bota de vino que le lanzaron desde el tendido de la solanera.
La verdad que arquear la cadera, someter al toro y embarcar su embestida, dándole salida y continuidad, solo lo hace Leandro con el estilo que le caracteriza, fino y elegante, doblándose como un junco de ribera y como pocos toreros lo hacen.
Cerraba terna y cartel Alejandro Talavante que lidió a «bastardito» y a «quitaluna«. Al primero le hizo una faena de más a menos y pese al esfuerzo del diestro por conseguir el temple, de éste anduvo algo escasito, más que nada porque la res precisaba perderle un pasito, y citarle de largo, en lugar de agobiar su embestida. Al perfilarse a matar le recetó un volapié que le echó patas arriba. Recibió aplausos de la concurrencia y en el último del festejo no estuvo fino con los aceros, pinchando al ejemplar al que había toreado demasiado acelerado, rápido, como si de un atragantón de pases se tratara cuando esto del toreo es lentitud, temple y mando.
En fin, la feria de Zamora en honor de San Pedro terminó. Eventauro ha dado unos espectáculos muy dignos, sobradamente positivos para la categoría de la plaza, incluso por encima de las expectativas que se merecen tantos aficionados como dicen que tiene Zamora. Debo destacar aquí la profesionalidad de David Hebrero, un hombre joven que está trabajando en el circuito y que a buen seguro alcanzará, no tardando demasiado, un sitio importante como organizador de festejos taurinos.
Ficha de la corrida
Plaza de toros de Zamora. Tres cuartos de plaza.
Dos toros de la Castilleja, bravos, para el rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza, oreja y aplausos.
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