El espléndido aspecto de la plaza de toros, llena hasta la bandera, con los tendidos de los sastres también con mucho público y hasta con pancarta, una expectación inusitada en los aledaños del coso, temperatura estupenda, calurosa, viento cero y circunstancias climatológicas a favor no fueron suficiente en esta ocasión para ver de nuevo un triunfo anhelado y buscado del esperado José Tomás. Su labor más bien mustia y sin lograr el sometimiento del brusco y bronco colorado del Torreón lidiado en quinto lugar, de nombre «corredor» abrió la caja de la división de las opiniones de los espectadores cuando dobló el toro, al que se le habían puesto en el tercio de banderillas los rehiletes con los colores de la bandera mejicana. Un toro esperado por la concurrencia para ver si ganaba el cielo de la puerta grande el adorado, querido y respetado diestro de Galapagar que, no se olvide y esto dicho antes de nada, ha supuesto una muy digna revolución en el toreo, aunque hoy en Valladolid las salvas hayan sido prácticamente de fogueo.
Y vamos poco a poco a razonar en la crónica de lo visto esta tarde en el Coso del paseo Zorrilla en la 4ª de abono de la feria de Nuestra Señora de San Lorenzo en la que el tercero en discordia que reaparecía después de la lesión en el brazo, Leandro Marcos, ha salido por la puerta grande tras cortar dos orejas al «llorón» , bravo, bueno, encastado y repetidor que le tocó en el sorteo.
Se despedía de sus paisanos Manolo Sánchez. El rubio torero de Valladolid que tantas alegrías ha dado en sus años en activo como diestro torero. Luciendo un terno rojo y oro se presentó para decir adiós a los toros en su tierra, su arena de albero, recogida en una de sus manos, a la que estampó un cariñoso beso de despedida cuando los aplausos de los espectadores le obligaron a corresponder el final de su tarea. Y Manolo estuvo como ausente, con voluntad pero poco más, sin encontrar su toreo al que nos acostumbró en otra época. Muy pausado, lo que daba en ocasiones a la faena un punto como de deslavazada, lenta en ademanes, colocación y cites no logró conectar con el público.
Eso sí la honradez de Manolo queda fijada a prueba de bombas y de malos toros, pues gran parte de culpa la tuvieron los dos elementos que le tocaron en la tarde de hoy, un «brusquito» y un «malalengüita», pitados cuando las mulas del arrastre los llevaron al desolladero. Y digo que queda marcada por las dos estocadas propinadas, haciendo bien la suerte, con verdad y tirándose arriba para despachar estos dos maulas del Torreón, el primero terciadito pero bien armado por delante y el cuarto con el pitón izquierdo escobillado, prácticamente roto. Entre silencios y aplausos a la voluntad discurrió la labor de Manolo esta tarde, brindando al público que le quiere el primero y a su padre Manolito Sánchez, el segundo.
Adiós Manolo. Fue bonito mientras duró y tu vida quedará marcada en los anales de la tauromaquia para orgullo de Valladolid.
Y salió el revulsivo, el hombre por el que las plazas se llenan hasta la bandera, tal y como ha sucedido hoy en Valladolid, el torero madrileño José Tomás.
Es cierto que su quietud es pasmosa, única, irrepetible, singular, de él y nada más que de él como empezó a dibujar nada más salir el «pasionario«, segundo de la tarde que brindó a Joaquín Ramos y que en los pases de trasteo al hilo de las tablas nos dio el susto de la tarde, al caer ante la cara del toro, tras una zancadilla traicionera del ejemplar. Delante de nosotros cayó el diestro y el toro enseguida hizo por él. Menos mal que la intervención de la cuadrilla logró quitar la res de su presa.
El grito ahogado del tendido se volvió sonora ovación cuando enjaretó al ejemplar una serie por la derecha con cambio de mano incluido, citando en el centro del anillo. Sufre un desarme en uno de los pases y se queda impertérrito ante el toro, mientras la cuadrilla acude, vigorosa, aleccionada, espabilada, rápida, para llevarse el toro. Sus cites en redondo ponen en ebullición la olla a presión de los tendidos e incluso los circulares ceñidos hacen saltar el ¡ay! ahogado.
Se perfila para matar y pincha dos veces en todo lo alto antes de lograr una estocada en el rinconcito de la muerte de los toros, recibiendo un recado en forma de aviso por Félix Feliz, presidente en esta ocasión de la corrida.
Al toro se le aplaude en el arrastre y se ovaciona fuerte al torero.
Y respecto de la lidia del quinto, por aquello de esperar con interés ese momento para el logro de la pretensión triunfal, con todos los medios a favor, les contaré que, a mí personalmente, se me tornó como el sueño del perro. Brevemente referir el cuentecillo de un perro que soñaba que comía carne y de contento daba aullidos. El amo, viéndole de esta manera, tomó un palo y diole muchos palos hasta que despertó y se halló en blanco y apaleado. Pues algo así me sucedió en ese toro. Yo soñaba, como muchos espectadores, que ibamos a ver triunfar a José Tomás en Valladolid y que se nos lograría verle salir por la puerta grande con todos los merecimientos. Pero, ¡ay de mí! ese quinto «corredor» se fue sin ser sometido, dentro de sus dificultades, con un toreo reservado, de aliño y de solventar el expediente. Y el público dividió las opiniones, unos silbando y otros aplaudiendo, estos porque aplauden hasta por las intenciones y aquellos porque despertaron también y se les tornó el sueño del perro.
Y por último, el joven de la terna, Leandro, vino, toreó y triunfó en Valladolid merecidamente. Su mano izquierda armada con una férula para ayudar a solventar la debilidad física de sus nervios y musculatura tras el accidente sufrido, encauzó a un toro del Torreón, bravo y noble, llamado «llorón» al que se le dio la vuelta al ruedo, tras su muerte.
Leandro estuvo muy torero, doblándose como un junco y conjugando la embestida del toro con la forma de embarcar, templar y mandar al animal. Gotas de esencia de torería de la buena. Volviendo por sus fueros. Remató la bella faena, breve, por aquello de lo bueno si breve dos veces bueno, con unos pases por alto, cuadrando al toro y perfilándose para matar. Entró tieso como una vela, con fe y recibió un derrote del animal que lo alcanzó sin mayor importancia a la altura del muslo derecho, rompiéndole el traje, haciéndole un siete. Se miró, se tentó la parte y siguió como si nada hubiera ocurrido hasta que el toro dobló. Dos orejas merecidas por la faena de Leandro y pañuelo azul al del Torreón pusieron la tarde a revientacalderas, que se enfrió después con el paso del tiempo.
Cerró la tarde lidiando a un cinqueño de nombre «atrevido«, bien presentado, que brinda a Manolo Sánchez. Su faena que podía haber sido más asentada y mejor, con gusto al principio y apagada después, no fue corroborada con los aceros, pinchando un par de veces hasta lograr la estocada que mató al bicho.
Resumiendo, una tarde preciosa de toros en Valladolid. Con lleno de no hay billetes. Luz y color, arte y valor, sueño y torería, ánimo y realidad, silencio y una puerta grande para un torero con raíces en Toro, la ciudad de doña Elvira, que se llama Leandro Marcos. Y José Tomás… ¡ahí verá usted, caballero!.
Reportaje Gráfico: José Salvador
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