Siempre, desde que lo conocí prácticamente siendo un niño en la bodega toresana de «Jandri» cuando acompañaba a su abuelo Fermín, Leandro Marcos me ha caído bien. Un torero al que seguí en sus intervenciones con extraordinaria atención, dedicándole tiempo y palabras, acudiendo a los sitios en cuyos festejos actuaba para redactar la crónica, el comentario y la opinión intentando fuera nítida, clara y con la chispa de objetividad que me permitía mi propia personalidad.
Leandro Marcos Vicente, torero, anunció mediante un comunicado hecho público un 26 de enero de 2015, hace ya prácticamente un año, que se retiraba asqueado, harto, desazonado y frustrado en su propia vitalidad del mundo de los toros. Se cortaba la coleta y privaba así a todos cuantos aficionados le seguíamos por esas plazas de toros. Su vida profesional quedó truncada un invierno cuando alboreaba el año nuevo que estamos a un mes de olvidar y dejar.
Desconozco de su propia voz si Leandro reaparecerá esta próxima temporada, volviendo a vestirse de luces y tras haber recapacitado, preparado y puesta a punto en la conformación como profesional. A mí personalmente me da el pálpito que Leandro vuelve a los toros. Es una suposición, una conclusión subjetiva y una gran noticia que traerá otra vez su soplo de gracia a esta ayuna y escasa relación de toreros vallisoletanos que ejercen en la actualidad.
En aquella época dejé escrito que «Leandro es un torero errante que, pese a tener en su mano la fuerza, la entrega y la categoría de ser uno de los toreros punteros, no pudo aguantar más y cierra, ojalá que temporalmente, el telón de su vida artística torera«.
Leandro Marcos, el diestro de tez morena, quiere expresarse como artista que es y que tanto anhela. Y lo hace como los ángeles con una muleta en la mano. Si vuelve a los toros, la noticia no puede ser más halagüeña y meritoria para unos aficionados que siempre creyeron en él.
Fotos: José SALVADOR
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