Mala la hubistéis franceses en esa de Roncesvalles, cantaba el romance, y tan malos los inquilinos de la finca cacereña de los «Alijares» que aplicado a la corrida de expectación por el trapío y presencia de las reses albaserradas de Santa Coloma traídos y lidiados hoy en Valencia, ha servido para dejar un mal sabor de boca a los espectadores ante la falta de raza de los animales que cuida el ganadero Adolfo Martín.
Los siete ejemplares, uno como sobrero del cojo quinto, que han saltado hoy al ruedo han merecido el aplauso al salir desde los chiqueros al albero por su imponente trapío, cuajo, hechuras y conformación anatómica en la línea, cinqueños pasados, pues la mayoría cumpliría seis años en diciembre, pero luego, ¡ay!, la decepción, la falta de raza y movilidad hizo que las lanzas se volvieran cañas, siendo silbados en el arrastre varios de ellos. Solo se salvó el tercero de la tarde, un «carpintero» negro entrepelado que sirvió algo más y que fue aplaudido cuando las mulillas de Fernando Navarro llevaron al desolladero al ejemplar.
Esto de los toros, santa colomeños, que dan emoción si embisten con raza y furia y pueden ser sometidos por el diestro, producen placer en quien mira y ve. Ahora bien, cuando los toros no resultan, se apocan, se entregan mal y sin raza, la lidia resulta monótona y aburrida. Tal y cual hoy pasó.
Sí podemos repetir aquella pregunta de dos aficionados: «¿A dónde vas?.- A los toros, a los toros!. Y ¿de dónde vienes?. -Uff! de los toros….», con la decepción pintada en el rostro. El mayoral de la ganadería José Antonio Naharro, acogido al resguardo de un burladero llevaba el disgusto pintado en el rostro, al salir de la plaza cuando ya la noche había caído sobre Valencia. Lo mismo se diga del ganadero Adolfo Martín. Y mira que habían puesto su esperanza en el encierro de estos entrepelados y cárdenos bragados que se lidiaron en la primera corrida de la feria de Fallas, segundo festejo del abono.
A estos toros de hoy les pasa lo que a muchos estudiantes que cursaron su enseñanza bajo la iluminación intelectual de la Logse: Mucha fachada, mucha palabrería, mucho adorno y arboladura pero muy poca sustancia y nada de raza. Y eso que el «chaparro» que cerraba plaza le dio un susto morrocotudo al buen subalterno David Adalid al clavar un par de banderillas. El del Tiemblo quiso lucirse en la reunión y el adolfo lo enganchó en un alargamiento de pescuezo que puso al tendido en ¡ay! y a la cuadrilla en un brete y alboroto, temiéndose la cornada. No fue así por suerte para Adalid. Antes la ovación se la había llevado su compañero Fernando Sánchez gritándole al animal: «Mira, torito, vente torito guapo!» , andando con garbo y compostura hasta alcanzar la cara del toro para enhebrarle los rehiletes.
En la lidia Rafaelillo, saludos y vuelta al ruedo, Robleño y Castaño hicieron cuanto pudieron, arrimándose, entregándose pero sin sacar nada de un pozo seco. Castaño que estuvo en el tercero más emotivo falló con los aceros estrepitosamente y la labor quedó deslucida. Tan solo la estocada de Robleño al quinto, muy bien ejecutado el volapié, sobresalió tras su trasteo y faena.
En fin, hoy era el momento de ver una ganadería de encaste distinto al que habitualmente suele lidiarse por esas plazas, en la que los aficionados dicen tener puestas sus esperanzas y sus apetencias. Pero lo cierto es que hasta el público dejó sin ocupar el graderío esta tarde, al no interesar como se dice en el argot el festejo, pues no se llenó más que media plaza del coso de la calle de Játiva. ¡Qué lástima! Y es que corrida sobre el papel era de expectación, pero luego resultó corrida de decepción. El dicho empírico no falla. Aunque siempre nos queda el otra vez será. Pues eso, para la próxima será.
LA COLECCIÓN DE LOS TOROS EN EL APARTADO: Fotos: MT. García

José Manuel dice
pero con Rafaelillo Fernando Robleño en el cartel alguien espera ver algo??? Ciertamente los toros carecían de casta y estos toreros están acostumbrados a corridas duras, pero ya no engañan a nadie.