Así están las cosas. Tal vez un poco mejor planteadas a raíz de la carestía tan terrible que desató sobre la fiesta durante la plaga del virus covid que asoló tierras y pueblos, ciudades y personas, dejando tras de sí ausencia y eliminación de recursos a más de una profesión, pues se impedía la aglomeración en los lugares donde se daban. Todos tuvieron que hacer un esfuerzo, unos con sus jornales y sueldos, otros con sus pagos, los de acá limitando recursos y los de allá haciendo encaje de bolillos para poder llevar un jornal a casa.
Han surgido últimamente, y sobre todo con la introducción de las redes sociales y las emisiones por fibra, medios técnicos que son capaces de ofrecer en directo cualquiera de los acontecimientos deportivos, culturales o del tipo de que sea. Tal sucede con la retransmisión posible de festejos taurinos por las televisiones nacionales (pocas); regional (algunas) y locales (todas).
Los sindicatos, asociaciones de profesionales y gentes del espectáculo han generado un convenio general taurino, vigente y en activo, en el que se explican los derechos, deberes y actuaciones de todos los estamentos de la fiesta. Bien es verdad que unos con más fuerza y dedicación que otros. Y ahí surgen los derechos de la imagen que se hace valer en personas tanto como ellos mismos piden. Por ejemplo, el caso de José Tomás que hace firmar un documento para impedir la retransmisión por cualquier medio de sus escasísimas intervenciones
Sin embargo hay otros, como los novilleros que empiezan y actúan en esos ciclos de novilladas para impulsar la vocación y la actividad, patrocinadas por las Comunidades autónomas, que necesitan la difusión de sus imágenes en las actuaciones para que todos conozcan y vean su forma de entender el toreo de sus comienzos y darse a conocer.
Este es un aspecto que debería considerarse por las Entidades, Asociaciones y Profesionales del Mundo del toreo, pues si al medio de comunicación se le pide dinero por grabar imágenes de los participantes y emitirlas luego en sus parrillas de comunicación, será muy difícil que los medios pequeños, locales fundamentalmente, puedan acudir a grabar cualquier festejo de toros.
En conclusión, si todos tienen que aportar de lo suyo y esforzarse por mejorar las condiciones de quienes actúan y son protagonistas es hora de hacerlo ver, pues igual que el público paga su entrada por ver el espectáculo, quienes los cuentan luego también tienen su derecho al cobro o al pago compensado.
Meter en el mismo saco a televisiones nacionales con las locales para servirse de las imágenes de un festejo es algo así como comparar a un torero consagrado en su actuación con un novillero que empieza. ¿Quién de las dos partes precisa más ayuda de los demás?.
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