El Norte de Castilla de hoy se hace eco de una presunta denuncia de la denominada Fundación Alpe ante la fiscalía y la alcaldía de Valladolid para que el Alcalde impida el espectáculo anunciado el día 13 de mayo en la plaza de toros del Paseo de Zorrilla. Un espectáculo organizado por una empresa privada en un espacio privado en la que nadie pregunta a los propios afectados, esos enanitos toreros que tanta alegría y tanta esperanza van derramando por los cosos donde actúan, y con toda su fe y con toda su grandeza, ven que les quieren prohibir ejercer su profesión de toreo cómico.
A esos salvadores de patrias y haciendas que se arrogan la potestad de prohibir a los demás el ejercicio de su misma libertad son a los que hay que apartar de las decisiones legislativas, con toda urgencia y con toda la decisión de la fuerza de los votos en las elecciones.
El oficio de los enanitos toreros es grandioso, es hacer reír a los niños y a los grandes. Y como dice Daniel Calderón el gerente de “Diversiones en el ruedo” «el prototipo de que se ríen o se mofan de nosotros es MENTIRA; nuestro oficio es hacer reír a niños y mayores con nuestras dotes de cómicos, artistas y profesionales que somos no porque seamos feos, altos, bajos etc…Y encima con un animal bravo delante para complicar el asunto. Conozco muy poca gente que tenga los huevos tan gordos como ellos: corren, saltan, recortan, torean y se sienten realizados como personas, aparte de ganarse su sueldo para sobrevivir».
Desde aquellos espectáculos, recuérdese al Bombero torero; al Empastre, a los enanitos toreros… que nos hacían reír y entretener en las fiestas patronales, que llamábamos la charlotada para distinguirlo de la corrida o de la novillada y que solía ser el cierre de todos los festejos, se palpaba la emoción en todos los rostros de los espectadores porque estaban viendo algo muy relacionado con el afán de superación.
Ahora los salvadores de los seres humanos que no les quieren salvo para hacerles sufrir, quieren prohibir su actividad no vaya a ser que se hagan daño y que sea la irrisión de los espectadores.
Pero ¿quién se acuerda de ellos en los meses duros de invierno?. O es que no tienen derecho a poder vivir y pagar mes a mes los costes de su casa, de su familia, de su vida que se la tienen que buscar haciendo lo que les gusta, disfrazándose, maquillándose y sirviendo a la causa del toreo cómico en las tardes de ferias?
Es admirable la fe de estos personajes, únicos e irrepetibles, algunos venidos de Colombia, Ecuador, Venezuela, dejando a su familia para venir a España a practicar el arte de torear con el gracejo, la gracia e inspiración que ellos mismos en su grandeza enana atesoran.
Ellos también son toreros. Y por eso debemos respetarles, animarles a seguir y llamarles con el contrato a nuestros pueblos porque se lo merecen. Ellos tienen todo el derecho a integrarse en la gran familia taurina y torera a la que pertenecen.
A mí también me encantan los enanitos toreros e iré a verles con mis nietas para aplaudirles y pagando mi entrada.
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