Reconocer que los reporteros gráficos, especialmente en estos tiempos en que las imágenes dicen que valen más que unas palabras, realizan una función imprescindible en el mundo de los toros es tan evidente como el sol que nos alumbra. Sus trabajos bien valen un reconocimiento expreso de cuantos aficionados gustamos, asistimos y presenciamos los festejos taurinos, ya sean corridas de toros, ya toros corridos por calles y pueblos de nuestra geografía. Captar con su objetivo y disparador siempre preparado, el momento, el instante, la ligazón de un pase, la embestida de un toro, el apuro del espada, la cara, el semblante del torero, el colorido de la fiesta, la tragedia y el éxito o al espectador anhelante, curioso, expectante ante la lidia es una actividad indispensable que realizan estos hombres y mujeres, cuya afición también sobrepasa los límites de un simple trabajo técnico.
Hay una pléyade en estos momentos de fotógrafos taurinos en toda España. Pero yo quiero destacar a los nuestros, a los de aquí, a cuantos han aprendido esta profesión y quieren ser reconocidos en mi pequeño relato: Desde la familia vallisoletana de los Cacho hasta Luis Laforga, el extraordinario colaborador y coautor del ANUARIO TAURINO que edita la Federación de Valladolid, pasando por los Javier G. Celay, Santos Lorenzo, Jose Carpita, Miguel de Castro, que pisan y recogen en sus cámaras los mejores momentos de los toros populares por las calles y plazas de nuestros pueblos, a veces con riesgo físico de su persona; Felipe Fernández, Henar Sastre, Vega, José Salvador y tantos y tantos que se dedican a esta tarea de retratar el instante taurino que luego se reproducirá en las páginas webs o en las informaciones de las corridas y acontecimientos. Ahí están por red los nuevos contenidos que ágilmente saca las noticias y las fotografías mejores del instante del toro en la calle; del recorte galano, airoso y gallardo de un joven con chaqueta o a cuerpo limpio burla la embestida del morlaco.
Por eso, es preciso apreciar y reconocer en su justa medida la labor de estas personas que nos acercan en su “daguerrotipo” electrónico o de papel la imagen aprehendida entre los cristales de una lente y una cámara fotográfica cuando el toro embiste en el ruedo, en la calle, en el fragor de una talanquera o en la expectación de un graderío en la plaza de toros.
Conjuntar luego la imagen con la palabra exige un esfuerzo muy notable, pero siempre es más gratificante atractivo y gustoso que cantándolo sólo en el silencio de la pantalla de un ordenador. Por eso, gracias de corazón a los fotógrafos taurinos por vuestro trabajo impagable.
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