Ahora que ha llegado al final de su carrera como matador de toros el diestro Manolo Sánchez, al que he apreciado desde que nos conocimos por su seriedad tranquila y sosegada y vi triunfar en Zaragoza hace unos años cuando la temporada daba las boqueadas finales de mejor tiempo, ante un toro de Guadalest, parece buen momento para traer a colación una disposición familiar de dos hombres, padre e hijo, que tomaron como guía y profesión de sus vidas al mundo de los toros, la tauromaquia.
Siempre me ha caído bien Manolito Sánchez, aquel torero que tomó la alternativa allá en la plaza de Medina de Rioseco en una corrida que consiguió llenar sus tendidos de piedra y cuyas evoluciones fueron recogidas por una vieja cámara de súper 8. Los mejores momentos de aquellas ya rancias imágenes los echaron en el salón de sesiones del Consistorio riosecano ante el público que asistió a las charlas invernales que programa la Peña Jorge Manrique. Luego todo quedó en casi nada, pues las actuaciones de Manolito Sánchez quedaron reducidas a escasas intervenciones en pueblecitos pequeños y algún que otro festival.
Sin embargo años después, Manolo hijo, causó sensación cuando una noticia para llevar los toros a China, apareció en los medios de comunicación al haber suscrito un acuerdo con el Gobierno de China para lograr la creación en Huairo-Beijing de la primera ganadería de toros de lidia, así como para que se construya una plaza de toros. Esta localidad se encuentra a unos 40 kilómetros de Pekín, capital del país asiático. Manolo Sánchez recibió el encargo de los representantes del municipio chino hace unos dos meses, por lo que viajó hasta dicha población para reunirse con los mandatarios y suscribir un contrato por el que ha recibido de modo oficial y expreso el encargo.
Pero la razón de este recuerdo la hago cuando un día de las fiestas de la Peña de Tordesillas, Manolo Sánchez, padre, acudió a la limonada del patronato en la Villa de doña Juana, coincidiendo en amena charla con cuantos estábamos allí. Yo tenía ganas de preguntarle por aquel suceso ocurrido en los toriles de Simancas, cuando cayó al chiquero y el toro le dio hasta dejarlo de sobra. Prácticamente muerto, con cornadas hasta en el cielo de la boca, lo llevaron al hospital, donde le restañaron heridas, cosieron, cuidaron y salvaron de caer en el pozo airón de la eternidad.
En uno de los momentos, mientras lo llevaban al quirófano hecho un adefesio, una piltrafa, una de las visitas familiares que acudió a presentar sus condolencias a la viuda, antes de tiempo, y verlo en la camilla pálido y demacrado, exclamó: «Si está muerto, el pobrecito!», Manolo sobreponiéndose al dolor con una voz que le salía de profundis, exclamó con la espontaneidad con que ha vivido siempre: «¡Y una mierda, señora!». Luego, milagrosamente, superó el trance y, pasados años y tiempo, ahí lo vimos y conseguimos retratarlo sufriendo, agolpando recuerdos y emociones, el día de la despedida de su hijo Manolo en la plaza de toros de Ávila, con su inseparable pitillo en la mano.
Si la Federación dedicó una jornada a la dinastía Luguillano en los actos culturales de hace un par de años celebrados en Valladolid, bien está recordar aquí la de un padre y un hijo que también dieron su vida por el toreo en Valladolid: Manolo y Manolito Sánchez, hijo y padre, que a su forma sintieron el toreo en sus propias vidas, uno, el padre, cuando los tiempos eran muy distintos a los que corren ahora en este aspecto y el otro, el hijo, que alcanzó la cima de la torería, alternando con todas las figuras de su época.
Fotos: José FERMÍN Rodríguez
Purificacion dice
Hola vendo La cabeza de toro
Nombre Currito
Ganadería Núñez de Cuvillo
Torero Manolo Sánchez en su alternativa en Valladolid
649195117