
Todavía conserva su aura de popularidad ganada en muchos años de trabajo entre los aficionados y su nombre resuena como uno de los hombres que más ha dado, también de los que más ha recibido, de la cabaña brava y concretamente de esas reses albaserradas de Escudero Calvo, dechado de bravura y acometividad. Bien es verdad que, padre e hijo, son recibidos siempre con cariño y afecto en el coso de Cuatro Caminos y reclamados para poner el broche de oro a una feria modelo de afición, buen hacer y capacidad de convocatoria para los espectadores. Precios en consonancia con el espectáculo y ver de nuevo la lidia de unos animales a cargo de una terna soberana, valiente, entregada, que lleva la verdad por delante en su toreo: Francisco Marco; Javier Castaño y Luis Bolívar. Vamos con ello.

Hoy cerraron la Feria de Santander los toros de Victorino Martín bravos y encastados en general salvo el que abrió plaza, con poca fuerza e incierto, y un torero, valiente como la copa de un pino, entregado y decidido, Luis Bolívar, que abrió la puerta grande por última vez en esta temporada tras cortar dos orejas, una en cada toro de su lote, «mancheguito» y «mecatero«, dos pavos de 486 y 581 kilos de romana que le tocaron en suerte. Sus compañeros de terna, Javier Castaño cosechó silencio en su primero y cortó una oreja al «vergueta» corrido en quinto lugar, y Francisco Marco se fue de vacío, pese a su esfuerzo e ilusión.
Casi lleno en los tendidos con presencia de numerosas peñas, una de ellas venida desde Roa, la popular de El «tinte» cuyos componentes impusieron la pañoleta de su fiesta a los matadores que cortaron apéndices. La corrida estuvo presidida por Fernando Fernández Moreno, asesorado por José Luis Ceballos, quien demostró cierta categoría al no conceder la segunda oreja al matador triunfador de la tarde, pese a que el griterío era más fuerte de lo habitual, haciendo realmente justicia aficionada ante lo expuesto y realizado en conjunto por los diestros premiados con el galardón del apéndice.
Abrió plaza y festejo Francisco Marco, un torero que tiene el hombre demasiado corto el bagaje de su esportón en cuanto a número de festejos y eso se nota en la compostura, en la forma de estar ante la cara del toro y a lo largo de la faena. Además estuvo mal con el descabello precisando de numerosos golpes del mismo hasta que logró echar por tierra al animal. En la lidia del cuarto de la tarde Miguel Ventosa, «Venturita» su peón de confianza fue alcanzado por el toro cuando intentaba poner el par de banderillas. El derrote, al parecer sin consecuencias, le destrozó parte de la taleguilla y le abrió a la altura del muslo todo el vestido. «Venturita» mostrando genio y figura, valor y pundonor, pidió otro de par de rehiletes y esta vez sí, cuadró en la cara, clavó arriba, salió airoso y fue ovacionado con justicia, obligándole los aplausos a desmonterarse.

Marco recibió dos avisos y su actuación no pasó de discreta.
Javier Castaño, el salmantino, tuvo dos toros bravos y repetidores, encastados, que además serían aplaudidos en el arrastre, especialmente el quinto de la tarde, al que cortó la oreja pero que tendría que haber redondeado más y mejor su triunfo. El animal estaba bautizado como «vergueta» fue dos veces al caballo de Tito Sandoval con alegría y empujó en varas con estilo. El animal tenía un pitón izquierdo de ensueño y de faena grandiosa y grande, no así el pitón derecho, que se vencía y no iba tan franco ni mucho menos. Todo lo contrario que su hermano, corrido en segundo lugar. A Javier se le fue, no hay quinto malo, este toro al desolladero con la segunda oreja sin cortar, pese al temple exhibido, pues seguro la habría logrado de haberse ceñido un poco más en los pases y bajado la muleta a la arena. La estocada, tras pinchar en el mismo centro del platillo, se la recetó recibiendo, citando al toro que se tragó él solo la muerte. Espectacular Castaño en esta acción, desató el fervor en el tendido y los pañuelos le hicieron acreedor de la oreja, porque en el primero de su lote había estado con cierta gracia torera en los lances de recibo sacándolo afuera, pero en la faena de muleta no mostró la torería a que estamos acostumbrados con este buen torero de Salamanca y ni mucho menos con los aceros, recibiendo el aviso y pinchando cinco veces con el verduguillo antes de atronar el animal.
Y el triunfador de la tarde fue Luis Bolívar, el pupilo de Mateo Carreño, quien con un toreo donde lo mejor fueron las dos estocadas fulminantes que echaron patas arriba a sus enemigos, logró abrir la puerta grande de la plaza por última vez antes de cerrarse hasta el año que viene. Luis es un hombre de valor, honrado y profesional que sabe lo que desea la gente que le va a ver, pone la emoción en el trasteo y merece tener más oportunidades en su arte. Toreó con cierta gracia por el lado derecho al «mecatero» que cerró feria y su sonrisa, al final captada en la puerta grande por el fotógrafo del Diario Montañés de Santander, quien tan amablemente nos ha cedido la fotografía para nuestros lectores, es la sonrisa resumen de una feria, la del Norte, plena de exquisitez, atención, orden, información y plaza llena todos los días.
Y no me puedo olvidar de mis compañeros de grada y pupitre en la información: Marco Antonio Hierro, de Cultoro; Rosario Pérez, de ABC; Vicente Zabala, de El Mundo; Pepe Estévez, de Opinión y toros, con quien compartí los días de feria la información y el afecto sincero a Celedonio de El Diario Montañés por la fotografía de la portada.
Fotos: Alberto Aja, Diario Montañés y López Garañeda
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