Desde que el cura de Cillán apareciera en la historia de la Tauromaquia con sus hazañas y hechos taurinos perfectamente contados en la obra de Gonzalo Santonja, hecha de retazos antiguos y cariño por la Fiesta, hasta los momentos actuales en que algunos sacerdotes no ya «con vara larga salen y se mezclan con las gentes en fiestas propiamente de gentiles a correr los toros de la vega«, pocos habían reparado hasta la fecha en que personas relacionadas con la religión y con la predicación del Evangelio cristiano pudieran estar inmersos en la fiesta de toros.
Ayer los cabestros anduvieron por un tejado de Villalpando, seguramente dando quehacer al albañil municipal para retejar el estropicio hecho en cobijas y canales. No hace tanto en Morales de Toro, un ejemplar bravo accedió al interior del Ayuntamiento, plantándose en la Secretaría del municipio dicen jocosamente que a pedir una licencia para construir un toril donde guarecerse en los días de invierno.
En Javea la res se empina campanuda a la puerta de la catedral pidiendo asilo ante un torero de fortuna que le cita, banderola en mano.
Y en la noche iluminada a la misma puerta de la iglesia conventual, un toro piensa si llamar al torno para entrar de novicio o quedarse fuera al raso donde hace más fresquito.
Las composiciones reales de toros y toreros por pueblos y ciudades en estos días en que se corren por calles, plazas, corros, talanqueras, campos y sitios habilitados son de lo más variopinto y he aquí las muestras a la vera de iglesias, catedrales y campanarios.
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