Hoy día de San Isidro labrador, el Santo hermano de calendario litúrgico del patrón de los toreros San Pedro Regalado, llega la fiesta para tantas y tantas gentes del campo de otro tiempo dedicadas al fomento y trabajo de tierra y ganados. Es un día especial desde mi infancia rural, asumida sin cortapisas ni miedos, con orgullo y decisión. Por eso celebro este día con la vivencia y el recuerdo unidos en comunión indisoluble. Tal como seguro harán los ganaderos de toros de España.
También gentes de la urbe madrileña tienen a San Isidro de causa de asueto y fiesta cuando a ellos les interesa el campo y el ganado una higa, siendo tan solo un escaparate para recordar de donde vienen y cuáles fueron sus raíces originarias. A muchos, por lo menos de los que más voces suelen dar en el patio de la ciudad, les pone la mascota, el perro o el gato, capado para que no den demasiada guerra en los pisos donde viven, entre mimos y cariño de sus dueños, pero eunucos de su libertad natural.
Hecha esta introducción, vamos a lo nuestro específico que es el toro y su fiesta. Pero no cualquier toro, buey o limusín que tapa su bravura con carne y kilos, fachada y apariencia pero dentro no tiene nada en absoluto ni de bravura, ni de raza, ni de empuje, sino con el toro y su fiesta en la plaza, lidiado, toreado, picado, banderilleado y muerto a estoque por el diestro torero.
Ayer en Madrid como en prácticamente casi todos los días de este san Isidro salen los toros plenos de fachada y apariencia, armados, grandes, en ocasiones fuera de tipo, con kilos, badana y cuajo para ser toreados por los toreros y luego la lidia es cansina, monótona, insípida, sin chispa de emoción, con el árbitro del espectáculo haciéndose protagonista de un sinsentido: Devolver un toro sin picar y sin defecto aparente, salvo la mansedumbre manifiesta. Obviar la decisión de la mayoría de espectadores para premiar o no a un diestro… Y todo porque dicen que los toros tienen que ser ESPECTÁCULO.
Espectáculo ¿de qué?. De arbitrariedad y decisiones locas, sin meditar, ni conocimiento, tomando decisiones inmediatas para resolver aparentemente un problema inmediato, cuando el asunto tiene un poso mucho más profundo y análisis complejo de lo que parece.
Dicen ahora que los toros son espectáculo, como el del circo, el del cine, el del glamour social, el del fútbol o cualquier otro. De ninguna manera. Ahí está el error, a mi juicio. Los toros son una fiesta ritual, anclada en un tiempo de vivencias extrañas y épocas de ayer, redivivas hoy y puesta a disposición del público para que se emocione, sienta, se enorgullezca y lo asuma como pieza indiscutible, clave de un edificio de singular antropología de su ayer. Esa diversión sí merece la pena porque nos retrotrae al origen, al comienzo, a la raíz de lo que fue un pueblo, un individuo. Los toros son una fiesta grandiosa en sí mismos, pero los queremos convertir en un espectáculo sin nervio ni emoción y eso es lo que acaba con ellos.
Hoy día de San Isidro, patrón de los campesinos y ganaderos del sector primario económico de la sociedad, el más importante sin duda alguna, quiero recordar y homenajear a todos aquellos hombres de campo que dedican su tiempo, su esfuerzo y su vida a criar los toros de lidia, transmitiendo el gen a su ganado que nunca debe perder, el de la bravura, por mucho espectáculo que les prometan.
Fotos: José FERMÍN Rodríguez
Deja una respuesta