El gobierno francés con un criterio conocedor del significado y simbolismo de la fiesta de toros para muchas localidades de su territorio ha firmado el decreto de declaración como «Patrimonio cultural inmaterial» a la tauromaquia. Muchos pueblos del sur y este francés fomentan con fuerza, ganas y recursos la fiesta más española de todas como ha sido la fiesta de toros.
Es cierto que hoy el fútbol copa el interés mediático de empresas audiovisuales y los numerosos espectadores siguen con pasión y entrega los partidos que tienen un interés importante entre las personas: Un encuentro de fútbol de la final de la Copa de Europa; un campeonato del Mundo o un acontecimiento singular tan especial como un Madrid- Barcelona concita el interés de muchos ciudadanos y genera recursos publicitarios de primer orden.
Verdad es que los toros han quedado en cierta manera relegados por el interés social, pues se dice que ya no son tantos los seguidores, al menos en apariencia, jóvenes o viejos, a los que guste asistir a la fiesta en una plaza, en una ciudad o en un pueblo que celebra sus fiestas patronales corriendo toros por la calles o a ver cómo un hombre conforma belleza ante un toro bravo.
Y así lo que antes estuvo de moda, ahora aparece relegado a un segundo e incluso a un tercer plano y, a veces, a ser conculcado el derecho de la gente a poder asistir y ver el espectáculo, legalmente autorizado, que desee, impidiéndoselo con prohibiciones, impuestas, utilizando a su servicio los medios legales de que dispone cualquier sociedad democrática, por quienes ostentan temporalmente el poder de hacer y deshacer memorias, orientaciones, riesgos, normas, indicaciones, a la postre verdades o mentiras, según el modo de presentárselo al público.
El gobierno francés ha dado el primer paso adelante. Ha sido quien ha puesto el dedo en la llaga a la opinión internacional de las organizaciones antitaurinas que van a tener aquí una china en el zapato demasiado dolorosa para sus intereses futuros de imposición, de logros de redención, de salvaguarda inútil y de colocar en la misma escala social al hombre y a los animales en una regresión increíble, antievolucionadora y aberrante en el ser humano de aquellos que dicen defender los “derechos” de los animales que no tienen ningún deber.
Aprendamos, pues, la lección. El orden, la compostura, el ánimo, el buen hacer de toreros, empresarios, profesionales en una palabra del mundo taurino, aficionados, ha quedado señalado y marcado por un grupo de franceses, entendedores perfectamente de la realidad social de su propio país en esta manifestación humana grandiosa y elocuente que es la tauromaquia.
Mucho han tenido que ver en esto las organizaciones dedicadas a la fiesta de toros, como la promovida y personalizada por André Viard, alma mater sustentadora de esta decisión gubernamental. “Tierras taurinas”, terres taurines, con su esfuerzo, dedicación, estudio científico del asunto, profesionalidad y cariño ha representado en este, sin duda alguna, logro especial que aquí nos enorgullece más que hacernos palidecer de envidia sana por su alumbramiento. Un grupo humano compacto, entregado a la causa y haciendo las cosas como deben hacerse, ha sido quien ha conseguido que el pasodoble de la marsellesa del ideal suene en todas las plazas de toros de España. La lección francesa, de su gente y su gobierno, ha sido definitiva. Gracias por ello.
juanjo dice
Envidia me dan los franchutes. Hay que echarle mas huevos que si no nos dan la pountilla. Salu2