El mano a mano celebrado hoy en la Maestranza de Caballería de Sevilla entre Ferrera y Perera ha resultado demasiado poco espectacular, sin apenas emoción, ni casta en los toros de Victorino que han perdido mucho del brío que tuvieron en sus días de gloria por esas plazas en donde se anunciaba ese mítico hierro. Se han dulcificado tanto, que han perdido el empuje, la fuerza y no logran ya ni emocionar como hasta no hace tanto tiempo hicieron contener la respiración en los tendidos, callejones y en la misma plaza. Victorino está perdiendo a chorros un tesoro que tiene en sus manos con las reses de la llamada A coronada. Y a buen seguro que el ganadero intentará por todos los medios lograr y conseguir criar un producto, prototipo de toro, que fue fiero, encastado, brioso en el caballo y pleno de bravura y acometividad.
Ferrera estuvo bien, exagerado en algunos momentos con posturas y sobre actuando que van en desdoro de la verdad de lo que debe ser siempre una faena emotiva, poderosa y llena de grandeza. Y Perera que sufrió una voltereta dolorosa con golpe en las vértebras lumbares que le hicieron pasar por la enfermería al final de la lidia del último de la tarde, lo intentó sin lograrlo, sobreponiéndose al dolor.
La corrida, esperada con emoción por muchos de los aficionados, al final se ha ido por el pozo airón como una más, sin más pena ni gloria que una oreja cortada, merecida, por Antonio Ferrera.
Estos victorinos, excelentemente presentados, solo tienen escaparate ahora mismo, o como dicen los expertos fenotipo, porque el genotipo de bravos y duros de otros tiempos no tan lejanos lo están dejando en el ayer y en la memoria.
Este problema precisa de una urgente búsqueda de solución genética para recuperar la bravura.
Foto: Arjona/PAGÉS.
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