Hace unos meses en un establecimiento artesano a cuya familia conozco, dedicados a la fabricación en cuero de zapatos, botos, leguis, zajones y polainas además de otros menesteres siempre relacionados con la piel del vacuno debidamente curtida, el visitante era José Tomás, el toreo madrileño, siguiendo la estela de la fama de este fabricante que curiosamente reside en Tordesillas. José Tomás encargó varios pares de zapatos de lustre y brillo muy parecido a los que no hace tiempo pudimos captar en un callejón de una plaza de toros.
Se da la circunstancia, y para que quede constancia del esfuerzo, trabajo artesano y buen hacer de la familia Rodríguez que hasta la Fundación del Real Madrid encargó no hace tanto tiempo la fabricación artesanal de nada menos que quinientos pares de botas de aquellas de la primera época, casi de media caña, con largos cordones y tacos de material, para regalarlas y ofrecerlas con motivo del centenario y década de su fundación. Trabajo que tuvo que hacerse en tres meses y que, a destajo de todos los familiares de una forma u otra, las botas estuvieron acabadas en plazo, tiempo y forma.
Pero el interés que este comentario tiene es dar a conocer el diseño de un zapato taurino, elegante, chulo, bonito, de los que vulgarmente se llamaba de «chúpame la punta«, utilizado y exhibido por algunas personas relacionadas con el mundo del toro. Mozos de estoque, ayudas o apoderados de postín tenían a gala, y así ha sido siempre, ir perfectamente vestidos a la plaza, acompañando a su torero en días de corrida. Tal vez porque el dicho de el «hábito no hace al monje, pero ayuda a parecerlo» o el más cervantino de «un palo vestido no parece palo» se mueve en el espíritu, en el alma responsable de todo aquel que se aproxima a la fiesta de toros. No hay más que ver esas fotografías del ayer con los apoderados, tocados con el sombrero y con traje y corbata, así como zapatos como el que hemos visto en esta temporada, para darse cuenta que lo que rodea al mundo del toro, como su esencia misma, es motivo de liturgia, respeto y muestra a los demás, evitando acudir con cómodas deportivas, chandal o vestimenta más propia de una jornada en el jardín de la casa en momentos de relajación y asueto.
Me parece bien que las formas se cuiden hasta tal punto que la dignidad, la limpieza, el orden, la distinción sean virtudes a considerar por todos aquellos que se mueven en una plaza de toros para presenciar un festejo o actuar de una u otra forma en él.
La zapatillas de los toreros relucientes como el jaspe, limpias como una patena, en los pies de los toreros, las medias impolutas, el traje brillando en todo su esplendor, la camisa almidonada y el corbatín y fajín, planchados y haciendo juego, merecen también el complemento del resto de participantes que asisten a una ceremonia, a una fiesta única e irrepetible, emocional y emocionante, llena de interés y grandeza como es la fiesta de los toros.
Hoy hasta los zapatos de un mozo de estoques son razón más que suficiente para considerar la importancia de la liturgia taurina, que la gente del mundo del toro es especial, pero también conocedora de la razón de ser de su entrañable y única dedicación para honrar y mostrar a los demás que los toros son un mundo exclusivo, peculiar, singular, a los que dedicar el tiempo, el apoyo, conocimiento y también la forma de vestir. Es la razón del fondo y la forma, íntimamente relacionados con la fiesta de toros. Y esta cuestión también la tienen en cuenta muchas mujeres aficionadas de sentimiento y verdad que acuden guapas y hermosas al tendido de la plaza con sus galas.
¡Qué importancia tienen las formas siempre en la Tauromaquia!
Fotos: José Fermín RODRÍGUEZ
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