
Así comenzó la corrida del patrono de Valladolid, San Pedro Regalado, seguida por un cuarto escaso de plaza, con luz espléndida, sol radiante, luminoso como el de la copla: «San Pedro Regalado/ de la Aguilera/ déjame tu sombrero/ que el sol me quema» y polvareda tal en la plaza que los servicios de riego municipales se vieron obligados a salir por partida doble para regar y refrescar el albero.
Seguramente el momento más intenso de la lidia lo protagonizó el tercero de la tarde, un ejemplar de la ganadería titular de Mari Carmen Camacho, cárdeno claro, de bonita lámina, llamado «lanquistero» y de 511 Kilos de peso. El toro había sido saludado por Leandro con bellos y apretados lances de recibo a pies juntos, rematados con otro a una mano, aplaudidos con fuerza por el público. Se le vio con ganas y entregado al torero toresano de Villafranca, afincado en Calatayud. Los pliegues de su capote habían crujido; la tela, esplendorosamente mecida por las manos y brazos del diestro produjo la ovación fuerte del respetable. Leandro se volvió, agradecido, mirando al público y perdiendo la cara del toro. «Lanquistero» se le arrancó como un obús, a traición, prendiéndolo de la pierna izquierda y elevándolo unos segundos entre las péndolas, con el pitón clavado en la pierna del diestro, arrojándolo al suelo.
El torero salió del sitio, junto a las tablas, pero enseguida todos vimos que la cornada había sido certera. Su muslo izquierdo comenzaba a sangrar y el líquido vital manaba y se escurría a lo largo de toda la pantorrilla. Sin embargo, Leandro quiso seguir toreando. Cogió el capote e intentó torear al toro, para llevarlo al caballo, pero ese tiempo de tardanza en pasar a la enfermería, puede costarle más tiempo al gran torero y artista que es Leandro al prolongarse su recuperación.

Enseguida el equipo médico con el doctor cirujano Antonio Mateo al frente salió para la enfermería a la que llegó Leandro andando por su propio pie, pero muy compungido por la contrariedad, acompañado de su apoderado Pablo Martínez «Chopera». Los doctores operaron al diestro determinando que tenía «una herida inciso contusa en el tercio medio del muslo izquierdo sobre cornada anterior, de unos 16 centímetros de longitud que abre aponeurosis y dos trayectorias, ascendente que penetra en vasto interno y otra descendente que diseca sartorio y contunde su musculatura…» La cornada se repara quirúrgicamente y se reconstruye por planos.

Sería David Luguillano, director de lidia en esta ocasión, el encargado de torear al burel. Realizó una magnífica faena muy entregada y decidida, artística y de plasticidad bella, con la mano izquierda a este toro, el mejor del encierro sin duda. Una serie concluyendo con un par de pases espatarrado, doblando la cintura, acompañando la boyantía de la embestida del toro, resultó hermosísima y cadenciosa y tras lograr la estocada fue premiado con las dos orejas por el Presidente de la corrida, en esta ocasión Félix Feliz, que llevó a la puerta de la enfermería para su compañero doliente, a quien dedicó la faena, en tanto el público aplaudió en el arrastre al toro.
Luguillano le tocó después torear a «perdigonero«, cuya faena brindó al público en quinto lugar logrando aplausos y saludos desde el tercio y antes lo había hecho a «carbonero» de 481 Kilos que abrió plaza, brindado a su padre Clemente y a su hermano Jorge. Este toro muy flojo, sin fuerza, pitado en el arrastre fue el de querer y no poder como dicen los entendidos. Al final del festejo, la puerta grande se abrió para Luguillano.
El canto de la moneda del azar en esta tarde fue para Manolo Sánchez quien demostró ganas, coraje y voluntad, pero se estrelló contra el mulo, el caballo y el buey que debió torear en segundo, cuarto y sexto lugar por mor de las circunstancias.

A Manolo le oíamos perfectamente su «¡hola torito!» al recibirlo con el capote, colocación y muchas ganas, pero que se le apagó en la muleta hasta lanzar la expresión cuando se perfilaba para matarlo: ¡»Vaya mierda de toro. Le voy a dar un taponazo!».
En el cuarto estuvo más entonado, trabajando con mucho esfuerzo y sacando de un pozo casi seco un par de series por la derecha, una de ellas empezada al grito de «¡Va por ustedes, señores!». Luego, un pinchazo y estocada acabaron con este «caballo» de Mari Carmen Camacho.
En el que cerraba plaza quiso y no pudo porque el castaño de 522 kilos que cerraba corrida no lo quería ni ver, repuchado, sin casta, flojo y con poco recorrido en sus embestidas. Una pena que las ganas de Manolo en su año final de torería se hayan estrellado con las condiciones de su lote.
Así que, como el que dice, este mano a mano entre toreros de Valladolid, Lugui y Manolo, acabó con la victoria que sabe a gloria del agitanado David, el hijo de Clemente, sucesor de una dinastía torera que pese a sus huesos de cristal tiene todavía fuelle para enjaretar una bella faena al traicionero toro «lanquistero» que mandó al hule a su compañero Leandro.
Ficha de la corrida:
Valladolid. 13 de mayo, San Pedro Regalado.
Un cuarto de plaza.
Toros de Mari Carmen Camacho, flojos y nobles en general. Sólo el tercero, bravo, noble y repetidor.
Por cogida de Leandro, el festejo quedó en un mano a mano.
David Luguillano, silencio; dos orejas en el que correspondía a Leandro y saludos.
Manolo Sánchez, aplausos; silencio y silencio.
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