El mismo domingo de Octubre cuando las puertas de las plazas de toros han echado el cierre con picaportes, aldabas y cerrojos me dicen que Luis Martín Núñez, el novillero sevillano que apodera mi amigo Alfonso González y que pasó el trago de consolar, reconfortar y alentar en los momentos difíciles pasados en el callejón de las Ventas, tras la lidia al cuarto de la tarde, un novillo de Rocío de la Cámara, se corta la coleta y abandona la actividad taurina.
El dechado de virtud y ánimo profesional que pusieron en él sus mentores cuando aceptaron el apoderamiento y llevanza de las gestiones del torero sevillano, no les ha dado, de momento, el resultado apetecido para ambas partes, sobre todo tras los diez festejos con la categoría de novilladas picadas celebrados por el diestro en plazas importantes, muy especialmente por la proyección que tienen, los dos de las Ventas madrileña. Y Martín Núñez con una entrega y un amor por la profesión a prueba de bombas, pero no de fracasos como él lo considera ha producido este arrebato, esta decisión que a buen seguro habría que decirle que meditara tranquilamente, al calor de los leños de la chimenea en el invierno que se avecina. Ya se sabe que los momentos buenos vendrán cuando tengan que venir, si la actitud es positiva, la preparación idónea y las ganas de triunfo anhelantes. Con esas mimbres, el cesto por añadidura se acabará de urdir.
Luis Martín Núñez, torero sevillano, con un estilo inconfundible, valiente, señero, entregado, tiene muchas virtudes, pero hay una con que no le ha adornado la vida, la paciencia. Ello sea, tal vez, porque la vida de hoy lo único que exige a las personas es resultados inmediatos. Craso error admitido e interiorizado en el pensamiento y actitudes de cada cual. Pero, sin duda, aún debería reconsiderar ésta como cualquier otra decisión, pues no todo debe hacerse irrevocable, sino que quede una rendija, un resquicio para volver al primer presupuesto, a la primera decisión que fue mucho más importante, más vital, más propia. Esa determinación fue la de querer ser torero.
Una pena, amigo Alfonso, una auténtica lástima, porque Luis Martín Núñez es un torero cabal, honrado consigo mismo y con el público aficionado, pleno de vergüenza torera como demostró ayer por la tarde en la última con el cierre de la temporada.
Ante la decisión adoptada, en estos momentos duros, difíciles y complicados, recibid ambos el ánimo y un abrazo afectuoso de vuestro amigo.
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