Los lances de pluma y pincel en Alba de Tormes durante la corrida teresiana estuvieron en el papel más que en la realidad. Y nunca mejor dicho, pues los mismos que conmemoraban los 500 años de la santa y monja torera española fueron ofrecidos por una terna vestida a la usanza de época, con más color pardo que cualquier otro, con escasez de oferta, tal vez porque los toros de Orive, terciados y vareados, excepto el colorado lidiado en cuarto lugar, se apagaron como candelicas en el tercio de muleta. Nobleza en sus embestidas sí, pero rebrincados y con flojera abundante y destacada. Menos mal que la tarde se pasó en buena compañía comentando las incidencias toreras y taurinas y degustando además unos barquillos exquisitos, dulces y olorosos, chicharrones de aire y azúcar, que nos vendió un popular barquillero salmantino, a dos cincuenta el mazo.
De los toros de Orive decir que fueron en general nobles, bravos y encastados, pero con las fuerzas justitas, y así aunque casi todo el encierro metió la cara abajo, humillando, golpeando los tableros de salida, se apagaron demasiado pronto en la lidia y poco contribuyeron al lucimiento de los diestros. Todos recibieron tan solo un picotazo en el caballo, cambiándose el tercio, y solo el «artillero! que abrió plaza derribó el caballo de «Chicharito» en su encuentro.
Se ve que esto de la suerte de varas está en vías de extinción, por aquello de la chifla y protesta a la que someten los espectadores a los varilargueros cuando clavan la puya, sin comprender que es una de las más valiosas suertes para apreciar la bravura de un toro. Pero en fin, así son las cosas.



Y vamos con los toreros de esta tarde, última de la Feria taurina 2015 en Castilla y León que echa el cerrojo hasta la temporada que viene y que supone el hacer el balance y arqueo entre los apoderados, toreros y cuadrillas, a ver cuánto y cómo ha resultado la temporada y programar la siguiente.
Manuel Escribano, torero que tiene a los espectadores acostumbrados a una forma de lidiar peculiar suya, exponiendo en banderillas, clavando de diversas formas y maneras, con oficio y riesgo en ocasiones, pero que alarga en exceso las faenas, comprometiéndolas después en amargura por deterioro sustancial de lo bien hecho y vuelto a recocer. Me explico. Los toreros no precisan hacer una faena larga sin principio ni fin, poco cadenciosa y con abuso que suele costar un disgusto, esta vez en forma de achuchón como el que recibió el torero de Gerena con el que abrió plaza. Nadie puede discutirle su valor, su entrega, pero tampoco insistir cuando el toro, como era el cuarto de la tarde, es un marmolillo de tomo y lomo. Deberían en más de una ocasión aplicarse el dicho de Gracián, lo bueno si breve, dos veces bueno.
Daniel Luque fue quien interpretó el toreo majo y elegante ante su toro que llevaba el nombre de «jindama» y que por aquello de lidiarse en quinto lugar, cumplió con el dicho «no hay quinto malo«. Regusto torero en Luque en algunos pasajes de su enfrentamiento, especialmente con ese quinto, el más bravo de los seis de Orive vistos esta tarde, donde estuvo superior en algunos pasajes que habían quedado ayunos en el anterior de su lote. Además de lograr dos estocadas enteras, una de ellas la propinada al quinto efectiva y espectacular lo que originó el guirigay en los tendidos y la petición de oreja por parte del público y de algunos subalternos. El Presidente Francisco Hernández sacó por dos veces el pañuelo blanco, premiando a este torero al que un chusco desde el tendido le gritó al comienzo de su faena: «¡Eres el mejor torero que ha dado Sevilla en los últimos tiempos!».
Y cerraba cartel el salmantino Juan del Álamo, un torero con técnica depurada y un concepto del toreo clásico, de otro tiempo, asimilado en su propia personalidad. Me gustó cuando citaba en la distancia al burraco «galeno» que cerró la corrida, con cierta movilidad y embestidas rápidas que se le fueron apagando y quedándose sin fuelle a medida que transcurría su lidia. Luego, en las cercanías, no pudo redondear, pero su tiempo y distancia fueron fundamentales para sacar el agua brava de este pozo del de Orive. Oreja y oreja fueron sus premios y la merecida puerta grande abierta de par en par para Luque y Del Álamo que salieron a hombros triunfalmente de la coqueta y acogedora plaza de Alba de Tormes.
Y por cerrar ya esta crónica desde la tierra natal de Santa Teresa, una opinión y deseo.


















Gracias a la empresa de Nacho Matilla y Ángel Castro y al Ayuntamiento de Alba por permitirme acceder a su coso para contarles lo visto en esta tarde de toros, de lluvia y de alegría en su plaza acogedora y abrigada, donde los sones de las tubas de la banda de música interpretando el pasodoble sonaban con armonía y gravedad, aunque Luque, impropiamente, les mandara callar por dos veces y exigiera arrancar por una, durante la lidia ya, como si él fuera el Director de la orquesta. Y al principio traje regional charro en una comitiva de danzantes, tamboriles y gaitas que abrió festejo y plaza. Ahora, a descansar, a meditar, a pensar y a preparar la nueva temporada que cuando menos lo esperemos la tendremos ahí. A todos mucha suerte, ánimo, fortuna y éxito.
Fotografías: José FERMÍN Rodríguez.
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