Manolo Sánchez, el torero de Valladolid, en el adiós a los toros como profesional con el corte de la coleta ha salido a hombros por la puerta grande que llaman de los Caballeros esta tarde en Ávila con su compañero de terna Iván Fandiño, tras conseguir ambos dos orejas ante los astados de los Bayones que les tocaron en suerte. Unos azulejos en la cara exterior de la plaza de la Muralla signan la llamada puerta grande con la denominación de «Puerta de los Caballeros», en idea de la Radiotelevisión de Castilla y León. Por ella acaban de pasar uno que se va, Manolo Sánchez, y otro que tiene un porvenir dulce en esto del toreo como es Iván Fandiño. El tercero en discordia, Serafín Marín, no pudo hacerlo por decisión severa aunque justa del Presidente de la corrida, Juan Carlos Navas, pitado por el público por no doblegar su pañuelo a la decisión que hubiera hecho que los tres espadas salieran a hombros. Así son las cosas.
Y vamos al relato de la corrida programada por los Servicios Taurinos del Duero, sociedad regentada por Ángel Castro y Nacho «Matilla», titulares de la plaza de Ávila, en el mismo día de la patrona de la amurallada y acogedora ciudad, cuna de Santa Teresa, la santa más torera del santoral católico.
Una tarde de sol espléndida, sin viento y de estupenda y extraña temperatura por las alturas del calendario en que nos encontramos, atrajo a los espectadores que cubrieron en un tercio el graderío del moderno coso abulense.
Se lidiaron seis toros de los Bayones, nobles, bien presentados por delante, astifinos todos. Bravos los corridos en primer y quinto lugar, aplaudidos en el arrastre; reservones y cabeceando el resto, por Manolo Sánchez, oreja y oreja; Serafín Marín, aplausos y oreja; e Iván Fandiño, oreja y oreja.
El encierro enviado a Ávila por Jesús Hernández cumplió sobradamente en esta tarde de la despedida de los ruedos del diestro Manolo Sánchez que brindó un toro al alcalde de Valladolid y otro a Ramón quien fuera mozo de espadas y acompañante del diestro durante sus años como torero, cimentó su labor en dos faenas fundamentalmente técnicas, compactas, completas, pero escasas de transmisión emotiva. Al «marismeño» que abrió plaza de 580 kilos, mal lidiado por la cuadrilla en los dos primeros tercios, con demasiados capotazos, idas y venidas, lo toreó por bajo enseñándole los rudimentos de la embestida. El animal, bravo y de noble condición, arrastraba el hocico por el albero y respondió a las enseñanzas del maestro. Con la mano izquierda remató una serie con estupendo trazo. Tras perfilarse, pinchó antes de lograr una estocada baja que echó por tierra al animal.
En su segundo un «garlitero» con 470 kilos de romana y que brindó a Javier León de la Riva presente en el callejón, lo toreó a media altura en prácticamente toda la faena, debido a las características del animal. Logra una estocada con oficio y de nuevo los pañuelos piden al Presidente la oreja, lográndola y consiguiendo así asegurar la puerta grande.
Por ser el día de la despedida de los ruedos de un pedazo torero que ha sido y que se va de la actividad como es Manolo Sánchez, no diré más. Tan solo que antes de empezar, cuando le saludé y deseaba suerte, le dije «Suerte, Manolo que aunque no siempre te haya acompañado en tu vida, tu trayectoria ahí queda para la tauromaquia de Valladolid«. Y él contestó: «Gracias, Jesús. A mí sí me ha acompañado siempre«. En estas palabras se condensa la historia de un hombre, honrado a carta cabal, una bella persona y un magnífico torero, pleno y conocedor de la técnica de torear, pero escaso de sentimiento emotivo de enganche imprescindible con el público mayoritario.
Serafín Marín, el catalán torero estuvo fenomenal especialmente en el quinto de la tarde, luciendo al toro, dándole tiempo, pausa y respiro, pues el animal embestía noble, bravo y alegre. Marín había brindado al público su muerte y lo entendió a la perfección. El toro iba largo y así lo toreó con la mano derecha. Lució un toreo muy ligado y cuando tomó la franela con la izquierda dio una tanda de naturales muy aplaudida por el público. Acabó con adornos finales y precisó de dos golpes de verduguillo tras conseguir la estocada, trasera y tendida. La petición del público fue atendida con la oreja del animal, pero no así la segunda. La bronca al usía fue de órdago cuando Marín acabó de dar la vuelta al anillo con el apéndice cortado.
Y toreó también Iván Fandiño, un torero de extraordinaria valía, seriedad y colocación. Fandiño no engaña, se pone en el sitio y practica la suerte de matar con toda intensidad y verdad, sin aliviarse, sin salirse de la suerte, citando de frente, en corto y por derecho. Además tiene una extraordinaria cuadrilla en la que sobresalieron Pedro Lara y Llaverito, desmonterándose entre aplausos por su brega en banderillas.
Al «gañaflero» tercero de la tarde, Fandiño le propinó un volapié canónico, aunque perdió la muleta en el embroque y al que cerraba plaza y corrida, muy rebrincado y con dificultades le recetó otra buena estocada merecedora de la oreja recibida.
En resumen, una entretenida tarde de toros en Ávila de los Caballeros, donde se fue del toreo un diestro de Valladolid tras veinte temporadas por esos ruedos de España. Y eso ya merece por sí mismo atención y un respeto.
Reportaje fotográfico: José Fermín Rodríguez
jose luis dice
Adios Manolo. De todas formas ya estabas en declive. Suerte en tu nueva vida profesional.