Toreros de Valladolid. Hombres que ponen de su parte afición, esfuerzo y trabajo para hacer aquello que les gusta y que no es otra cosa que torear. Manolo Sánchez y David Luguillano abren una terna que completa Miguel Tendero para dar en la Flecha empaque a las fiestas patronales en honor de San Antonio y lidiar allí seis toros de Sánchez Herrero.
La verdad es que la cosa no ha empezado con demasiado buen pie ni para un diestro ni para el otro. La suerte muchas veces no está para quien la busca.
David vio cómo se suspendía la corrida de toros anunciada para el día de San Pedro Regalado en Valladolid por las inclemencias meteorológicas y Manolo tiene ante sí el reto de abrir plaza el día de San Juan en León sin la figura de José Tomás que ha cortado la temporada por razones médicas y físicas.
El rubio Manolo, torero de empaque y seriedad, noble y entregado a una profesión que ama y adora, es respetado por cuantos aficionados le conocemos. Siempre ha estado dispuesto para derramar su arte leal y su temple propio y genuino entre los cuernos de un toro, sin alharacas, sin gritos ni estridencias, haciéndolo todo con la honradez que le caracteriza. Además la Plaza de Arroyo la Flecha tiene para él un poso señero, toda vez que en ella realizó una de las faenas más completas el año pasado en la corrida anual de aquella localidad vallisoletana, en el Alfoz mismo de la capital. ¡Suerte, Manolo y ánimo que ya has entrado por méritos propios en los anales de la tauromaquia vallisoletana!.
Con él, y a su lado, el moreno David Luguillano, diestro de una dinastía que tiene en Mojados y especialmente en el Santuario de la Virgen de Luguillas, patrona de aquella tierra, a la que entregaron su vida y su nombre su padre Clemente, el grande; su tío Santiago Castro y su hermano Jorge, como no podía ser menos.
Le vi reaparecer en Zamora en un festival el año pasado. Iba David con toda la fuerza y preparación. La ilusión por arrobas y el tipo cuidado y torero, un grácil junco entre los árboles de la ribera del río Duero. La desgracia se cebó con él al ser alcanzado por el toro de Miranda de Pericalvo que le mandó al hospital cuando iniciaba la faena. Sus huesos de cristal hasta que se ha fortalecido, su operación de codo de tenista, y sus ganas por volver a los ruedos presagiaban que esta iba a ser la temporada de Luguillano. Ojala sea así. Ese es nuestro deseo. ¡Suerte, maestro!.
Y la misma que le deseo a Miguel Tendero, el albaceteño, más joven de la terna, que se formó en la escuela taurina de Albacete y que ahora tiene ante sí un futuro prometedor, que debe cimentarlo día a día.
Bajar a la Flecha a ver a Manolo y a David es uno de los platos apetitosos en la tarde del domingo, cuando ya ha pasado el Corpus y el verano asoma con una temporada de esperanza.
(Foto de José SALVADOR)
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