Y luego dicen, y con razón, que no hay quinto malo. En esta ocasión así fue, cumpliéndose el dicho y apurando todos los momentos de la lidia de un encastado toro de Moisés Fraile de la ganadería de El Pilar de nombre «mirabajo» con 523 kilos de romana al que José María Manzanares le hizo una extraordinaria faena, gustándose y gustando a la parroquia que aclamaba cada vez que terminaba las series el diestro alicantino. Un animal que apenas recibió un picotazo del varilarguero, pero que fue bravo, noble y de dulce en la muleta. Además al subalterno Curro Javier le hizo coger el olivo cuando el toro hizo hilo por él. Después, junto a su compañero Blázquez se desmonteraron tras dos buenos pares de banderillas. Al final de la faena, el Presidente de la corrida Manuel Cabello, a instancia del diestro que hizo gestos ostensibles en el arrastre, sacó el pañuelo azul para premiar con la vuelta al ruedo al ejemplar de El Pilar.
Todo se olvida, y la gente más, cuando una persona está en estado de gracia como demostró estar Manzanares en Valladolid. Le bajó la mano, lo toreó con la izquierda, con la derecha, otra serie fenomenal con la izquierda con cambio de mano incluido. Recibe un achuchón del toro al citarle de nuevo con la diestra, siendo desarmado, pero recogida la franela, vuelve a darle cuatro naturales emocionantes y bellos. Perfilado para la suerte suprema en el centro del ruedo, cita al toro y aunque éste no acude en primera instancia, de nuevo lo hace y la estocada entra hasta el puño, entregado el torero en la acción y el toro en la recepción. El toro, herido de muerte, se echa, pero al acercarse el puntillero se levanta, sacando fuerzas en la agonía y trastabillándose vuelve a caer entre la ovación del público vallisoletano que tremola sus pañuelos, rendido a la torería de Manzanares, exigiendo los trofeos para el diestro.
Verdad que estas dos orejas sí que fueron más justas y logradas que las entregadas tras la lidia del segundo de la tarde, un toro de nombre «casero» de Victoriano del Río que empujó en varas metiendo los riñones.En este toro destacar cuatro derechazos para despertar memoria, llenos de plasticidad, composición y de auténtica poesía en la ordenación del movimiento acompasado entre el hombre y la fiera. Un cambio de mano estético y aclamado, preludió la estocada, un pelín caída lograda por el diestro que recibió como premio las dos orejas. Este toro fue aplaudido en el arrastre.
Aun siendo las dos faenas de Manzanares bellísimas, sin embargo creo que la mejor, más lograda y completa fue ante el toro de El Pilar, ese «mirabajo» que agachó el hocico, fue bravo y noble, encastado y con fuelle pulmonar mucho más activo que el primero de su lote, bien es verdad que menos picado uno que el otro.
Los tres cuartos de la Plaza del Coso de Zorrilla en general han salido hoy contentos del tendido, gradas y andanadas, pese a que el festejo arrancara con unos minutos de retraso respecto al horario anunciado, toda vez que cayó una tormenta de agua y granizo que hacía presagiar lo peor. No obstante, abierto el cielo y reparado el suelo con albero seco y serrín por los operarios de la empresa, la corrida se dio y resultó magnífica, estupenda para la mayoría, como para volver a los toros en una palabra.
Abrió plaza Sebastián Castella quien cortó una oreja a su primero y recibió aplausos en el cuarto. «Voraz» que así se llamaba el de Victoriano del Río fue bravo, aunque escaso de fuerza, Castella le instrumentó con el capote unas chicuelinas a pies juntos antes de llevarlo a la jurisdicción del picador, bien ajustadas. Luego con la muleta se dio el arrimón en la última parte de la faena y, tras lograr una estocada entera, algo trasera, y golpe de verduguillo, tras aviso, recibió una oreja. Las opiniones de los espectadores en el arrastre del burel estuvieron divididas, unos aplaudieron y otros silbaron. En el de El Pilar que empezó metiendo el toro la cara a la tela del capote con clase y codicia, presagiando algo bueno, se desinfló como un globo una vez picado. El toro, encastado, pero sin fuerza, no dio opción al francés quien tras espadazo escuchó aplausos. Sebastián estuvo además ejerciendo de director de lidia con colocación, sentido de la profesionalidad y compañerismo.
Completaba terna Alejandro Talavante quien cortó una oreja al de Victoriano y escuchó algunos aplausos en el que cerró la corrida, un sobrero de El Pilar, sustituto del titular que se partió un cuerno al darse un topetazo contra el burladero, citado por uno de los subalternos y enviado al corral por el pañuelo verde.
Talavante estuvo aseado y con ganas, pero no redondeó ni la actuación ni la tarde que puso con el listón muy alto su compañero José María Manzanares. Hizo entrar al toro en faena citándole por el pitón izquierdo, dándole dos series acompañado de la música de la banda muy bien rematadas, pero la estocada, un pelín caída, y chalequera que hizo guardia al que cerraba corrida, emborronaron su digna labor.
Talavante es un torero que necesita calor, y se le vio contrariado cuando el toro «caracol» de preciosa hechura se devolvió a los corrales al romperse completamente y por la cepa uno de los cuernos. El sobrero «caralindo», bizco del izquierdo, y con cierto cabeceo, no resultó como parecía el lesionado y eso lo acusó el diestro.
En resumidas cuentas, una buena y entretenida corrida de toros, hoy la celebrada en Valladolid, ante tres cuartos de plaza, la mejor entrada hasta la fecha, con chubasqueros y paraguas en el graderío, pero que no se precisó usar una vez que empezó el paseíllo, porque hasta los cielos quisieron dejar ver el toreo de un diestro tocado por la gracia y reconocido por el público, llamado José María Manzanares que salió a hombros de la Plaza entre aclamaciones y gritos de ¡torero!,¡torero!.
Fotografías: JOSÉ SALVADOR ALONSO
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