Ayer en la plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería (Sevilla) hubo un festival con lleno en los tendidos y el cartel de «no hay billetes» en la taquilla . Se lidiaron novillos de Juan A. Ruiz Román ‘Espartaco’, Daniel Ruiz, Victoriano del Río, Domingo Hernández, Talavante, Núñez de Tarifa y un añojo de Jandilla, para Urdiales, Manzanares, Luque, Ortega, Aguado, Diego Bastos y Marco Pérez, de la Escuela taurina de Salamanca que hizo su presentación en esa plaza.
El clamor del público ante el desparpajo y buen hacer del niño torero frente a un eralito de Jandilla al que recibió de rodillas, quitó y desarrolló con la muleta una faena de temple, colocación, elegancia y mando por ambos pitones, originó el aplauso y el premio de dos orejas y rabo.
Seguramente que muchos aficionados habrán sentido estar ante la presencia de una nueva figura del toreo que entrará, en cuanto la edad se lo permita, en el circuito de las grandes ferias taurinas.
Creo que lo de ayer en Sevilla fue un hito histórico mayor que el desatado, por ejemplo, con el Juli en sus momentos de inicio en esta hermosa vocación de ser matador de toros.
Marco Pérez, que ha estado en la Escuela taurina de Salamanca y fue dirigido posteriormente por el francés Juan Bautista, causó la admiración entre los espectadores que abarrotaron el graderío maestrante. Más que nada porque es la prueba evidente del renacer de la Tauromaquia y de los personajes que la integran: Unos se van y otros vienen. En esta ocasión pegando fuerte como lo hace este prodigio que es Marco Pérez.
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