Difícil me lo ponen quienes pretenden hable de personas a quienes personalmente no hemos conocido ni tenido la dicha de conocer, salvo por sus obras escritas, aunque como el espíritu es incorpóreo, no hace falta tanto el contacto físico como repasar todos aquellos momentos especiales de su vida que han quedado plasmados entre las hojas de un libro o de un periódico. Ahora con las facilidades para encontrar algún dato suelto en el aire cibernético o en esa nube en donde se almacenan todos y cada uno de los nombres que han tenido algo que ver con la tauromaquia, con sus orígenes, su pasado o su presente, es realmente más fácil y llevadero que cuando tenías que desplazarte al archivo documental de una localidad, a la hemeroteca de un periódico a consultar algo de lo que relaciona la vida de una persona y su obra.
Pasando por Herrera de Pisuerga, ese pueblo palentino a orillas del Burejo que se dedica a fomentar la fiesta del cangrejo cuando llega la canícula en una atracción singular con carrozas, ornamentos, adornos de papeluchos y banderolas de colores, me detuve en las escaleras de acceso a su limpia, arreglada y bonita plaza de toros, y allí un par de viejos que daban un paseo pelando la hebra por las inmediaciones me contaron que se sentían orgullosos de contar el inicio, los comienzos de la carrera taurina del torero palentino Marcos de Celis, nacido en Villamoronta hace ahora ocho décadas y un año de tiempo.
Por Paco Cañamero, el prolífico escritor salmantino, he sabido que Marcos de Celis salió por la puerta grande de Madrid como matador de toros y que su última corrida la toreó en la plaza de Palencia el año 1972.
Con el tiempo, tanto el Ayuntamiento de Palencia como la Diputación provincial le rindieron un homenaje por su profesión torera erigiendo el busto que puede contemplarse al acceder a la plaza de Campos góticos, allí mismo junto a otra estatua de bronce de un toro picassiano dentro de un redondel imaginario, mientras en el graderío la banda municipal de Palencia, que ameniza el espectáculo, se arranca con el pasodoble dedicado a este singular torero, un artista redondo, genio del toreo entre quienes le conocieron.
Creo haber leído a alguien que calificó a este hombre como extravagante al cambiar la seda de sus verónicas de ensueño torero por el catafalco oscuro de una mina. Y sin duda nos parece así a quienes lo vemos desde fuera, sin conocer las causas, ni saber la misa la media de una decisión personal que le apartó casi definitivamente de los ruedos.
Hoy, cuando quedan pocos días para que se abra el portón de la Plaza de Campos góticos y una feria más se incardine en el calendario taurino de Palencia, conviene recordar para que la memoria no se pierda en vaguedades que hay un viejo en Palencia que fue torero y minero, que hizo de la verónica un lance de capa único e irrepetible digno de Paquiro y ahora en las muñecas de Morante de la Puebla y cuya efigie en busto se muestra en el acceso a la plaza. Su vida mítica, artística y bohemia a quien acompañó «Tiriti», el banderillero que saludo todos los años al llegar la feria de San Antolín, ha entrado en los anales de la Tauromaquia grabados en las piedras de la Bella desconocida.
Foto: J. López
RAMONA dice
Me han hablado tanto de este gran torero que me he querido informar sobre su vida
Espe dice
Quisiera saber si fallecio o si no que es de su vida