Y mira que tragamos polvo… Por aquello de la manga riega, que aquí no llega, no se echó el suficiente agua como para evitar la polvareda en la que se desarrolló prácticamente toda la lidia de la corrida de toros anunciada en este cierre festivo como guinda del pastel de varios días entretenidos y de jolgorio. Insufrible la escasa previsión ante la calorina desatada desde primeras horas de la tarde en esa bellísima población que honra a San Juan de Sahagún, el de tentenecio, con los toros. Tanto es así que las gargantas resecas y masticando polvo poco pudieron hacer salvo defenderse con un trago de limonada obsequiada por unos miembros de la peña «La Rodea» que ven conmigo los toros desde hace un par de años que nos conocimos. Cristina, Carla y Alicia, por ese orden de afición e interés por la fiesta, se arrimaron un día a la localidad que ocupaba y me preguntaron por los momentos de la misma, los guarismos de los toros, las divisas, las banderillas, las suertes en una palabra, escuchando atentamente lo que les indicaba y recogiendo para su conocimiento las vicisitudes de la lidia, de la edad de los toros, del trapío, de la fuerza y de los puyazos al otro lado de la línea de cal. El año pasado les dije: «En este mismo sitio, si Dios quiere, nos volveremos a ver el año que viene«. Y, hete aquí que allí estaban las tres, sentadas, charlando y contemplando la corrida, con dos botellas de fresca limonada, típica de la que se elabora en Sahagún para regalarme como así hicieron. Y de nuevo, tras la salida de las cuadrillas de la plaza y de las charangas y de las peñas, quedamos en el mismo lugar para la corrida de toros del año que viene que, si Dios nos da salud, volveremos a encontrarnos como fruto de la afición de la juventud por los toros, cuando se les explica como es debido, se les atiende y se les respeta hasta el extremo, cumpliendo ellas su palabra y yo la mía.
Dejada la emoción de un relato cierto del nacimiento de una amistad gracias a los toros, quiero empezar mi crónica sin aspereza, porque lo de esta tarde en Sahagún no ha resultado redondo. Bien es verdad que en el sexto de la tarde, el mexicano Sergio Flores puso una guinda al pastel ante el noblote toro de Juan Luis Fraile que cerraba el festejo, presidido por el alcalde Emilio Redondo y en el que Vicente, el concejal de festejos de la Villa leonesa, nos facilitó tanto al fotógrafo Fermín como a quien esto escribe, el acomodo necesario en la plaza.
El de Txalcala, como a sus compañeros, toreó uno de cada hierro de los anunciados. Primero salió el de Valdellán con el que estuvo batallador, bullicioso, pero poco artísta. No logró someter al animal que hizo ademán de rajarse en dos ocasiones, tras haberle dado tres varas intensas en el caballo. Además estuvo en pichauvas con el acero, clavando una media en el primer intento, pinchando sucesivamente, antes de lograr la estocada y recibiendo un aviso de la Presidencia. No así con el que cerraba corrida de Juan Luis, un pavo de 543 kilos de romana, el más flojito del encierro, pero noble y repetidor, sobre todo por el pitón izquierdo, cimentando una faena de menos a más a medida que transcurría la lidia. Pese a pinchar sin soltar, logró en el segundo intento una estocada arriba, de efecto fulminante, siendo premiado con la oreja que paseó orgulloso alrededor del anillo.
Abrió plaza el gaditano Manuel Pérez Mota, el triunfador de Vic ante un cebada gago, enfrentándose al primero de Valdellán de 502 kilos a quien recibió con unos lances poco afortunados y con cierto atropello. Peleó el animal en varas y le colocaron tres pares de rehiletes arriba en lo alto. El toro, si se le sometía, bajaba el hocico y lo arrastraba por la arena, tal y como dejó claro Pérez Mota al doblarse por bajo al comienzo de su faena. Dos series con ambas manos, unas con mejor acierto que otras y el grito de ¡vamos ya! de su cuadrilla hacían presagiar un mejor fin de faena. Mal con la espada, pinchó en el primer intento y logró una estocada atravesada que mandó al desolladero al animal, no sin que el cachetero estuviera más que prevenido para pasaportar al ejemplar de 502 kilos que abrió la corrida, pues alargaba la gaita vendiendo cara su muerte.
En el cuarto, uno de Juan Luis, de 560 kg anunciados en la tablilla, grande, cuajado, cinqueño, con cara de toro, bravo y encastado pero con poca fuerza que moriría sin abrir la boca, y que se fue subiendo arriba a medida que transcurría la lidia, tras un espadazo infame, caído, que lo pasaportó al desolladero, el de Cádiz estuvo con poca fortuna, sin entregarse nunca ni mostrar la grandeza de un toro bravo, bien es verdad que escasito de fuelle, pero sin una mala intención. Silenciada su labor por la concurrencia y eso que la lidia de este ejemplar se hizo tras echar un poco de agua al albero sediento y polvoriento que puso las cabezas y los vestidos como no digan dueñas.
Toreó el de Jaén Alberto Lamelas, triunfador con un Aguirre en Vic, lo que demuestra que toros duros los hay en todos los sitios, uno de Juan Luis corrido en segundo lugar, toro hecho y derecho, cinqueño, engatillado, con cuello y romana que hizo temblar el misterio y tragar saliva al aparecer en el ruedo. Muy bien presentado, el toro fue aplaudido por el público por su trapío y acometividad. Pero llevado al caballo le dieron la del pulpo, dejando al animal casi descordado y lesionado. El toro, bravo, atemperó su embestida pero seguía ciegamente la muleta del matador, hasta que dolorido se fue defendiendo. Es una lástima, y eso hay que decirlo, que se castigue tan duramente a un animal en la primera vara. Le picaron con celo, fuerza, exceso y fortaleza y eso que le gritaban desde el tendido al varilarguero: «¡mide el castigo!, ¡mide!». Pero ni por esas, el zurrido con la puya fue de antología, con lo que la faena resultó sin sustancia. Un pinchazo y estocada trasera acabaron con el animal.
Donde estuvo algo mejor Lamelas fue ante el quinto, un Valdellán que derribó al caballo, abrochadito de pitones y de media tonelada de peso. Lo mejor de todo las verónicas y lances de recibo al de Santa María del Río. Luego con la muleta una faena de probaturas, de quiero y no puedo, del aire me molesta, de la colocación ingrata, del toro que va y el toro que viene. En fin que con estocada y varios golpes de verduguillo acabó con el ejemplar.
Y en cada final, las charangas sonando a tope en una inusitada animación juvenil. Ya se sabe, donde hay mozos hay fachenda, donde mozas alegría y donde viejos setentones, sermones todos los días. «La talanquera»; «la rodea», «La charanga», «El pozo», «Tentenecio» y las demás hicieron la fiesta de su pueblo con mayor alegría, algarabía, y entrega si cabe, que las fiesta de Sahagún son para divertirse grandes y chicos.
En definitiva, en esta alocada crónica por el tiempo y la premura el resumen: Se han lidiado tres toros de Valdellán, bravos, nobles y encastados, dos aplaudidos en el arrastre; uno de ellos dando síntomas de rajarse y tres de Juan Luis Fraile, bien presentados, cuajados, bravos aunque con escasa fuerza dos de ellos, para Pérez Mota, silencio y silencio tras aviso; Alberto Lamelas, silencio y silencio; y Sergio Flores, silencio tras aviso y una oreja.
Y en Sahagún siguen queriendo la fiesta de toros con todo su corazón. Eso es lo importante.
Reportaje gráfico: JOSÉ FERMÍN RODRÍGUEZ
Jesús Martínez dice
Buenas tardes, soy Jesús Martínez , representante de la ganadería de valdellan .
Me pongo en contacto con ustedes para solicitarles nos puedan enviar la foto con la que abrís este buen reportaje .
Nos gustaría incorporarla como recuerdo en nuestra plaza de tientas.
También les solicitamos permiso para ello.
Saludos y gracias por todo.
Jesús Martínez pinilla
Federación Taurina de Valladolid dice
Sin ningún problema. La fotografía está hecha por FERMIN RODRIGUEZ y al correo electrónico os la pasamos con mayor resolución. Enhorabuena a Valdellan