Ante todo en esto de la Tauromaquia uno tiene que ser aficionado, conocedor de la ceremonia y arcangélico individuo en cuanto a sus actuaciones públicas delante de los demás, dejándose ver entre ellos mismos y participando como uno más de la emoción, la plasticidad y la belleza del espectáculo. Hasta ahora se cuentan por docenas los personajes que en una u otra plaza asisten las incidencias, los problemas sanitarios médicos que pudieran surgir en la lidia a los toreros o incluso a los mismos asistentes a la plaza. Este es el caso, y yo le he visto, de cómo alguna persona caía víctima de la indisposición momentánea en la grada y ser atendido por el equipo médico de la misma plaza en la enfermería del recinto taurino. No hace tanto tiempo el mismo apoderado de Enrique Ponce, su suegro Victoriano Valencia, se sentía indispuesto mientras veía la corrida de toros de su hijo político en la plaza de Valladolid y los doctores Rabadán y Mateo le atendieron debidamente en las dependencias del recinto.
Es verdad que el equipo médico de cirugía y medicina está en la plaza y su actuación es importantísima, imprescindible, en caso de cogida del diestro torero. La intervención para soldar piteras en venas o arterias evitando que se se vaya la sangre, ligar, taponar, limpiar, suturar o curar las heridas producidas por asta de toro en la inmediatez práctica ha ganado mucho últimamente. Incluso la regulación reglamentaria de la asistencia con un quirófano móvil y ambulancia en cualquiera de los espectáculos taurinos que atiende las posibles contingencias de los participantes, ha supuesto una notable mejoría en las atenciones al paciente.
Pero los personajes que aun pululan, pues la fiesta crea en ellos también un carácter indeleble, por esas ciudades y pueblos en donde se corren, se lidian, se torean toros, son dignos de aplauso y reconocimiento. Y como ejemplo de uno cercano, homenajeado no hace tanto tiempo en su ciudad de Zamora, es obligado citar al doctor Antonio Crespo Neches, fallecido hace cuatro años, quien acudía con su viejo coche a los carnavales de Ciudad Rodrigo y allí atendía las numerosas y variopintas cogidas de los toros. Aficionado impenitente, aprendiz de su tío Dacio, la figura del cirujano Crespo Neches brilla con luz propia entre las fiestas taurinas de nuestra región. Tal y como hacía después en tantos y tantos pueblos una vez empezada ya la temporada taurina. Su hijo Enrique Crespo Rubio ha recogido el testigo y sigue abanderando esa impronta de cuatro generaciones de cirujanos taurinos zamoranos.
Y entre los foráneos no puedo por menos de recordar a Jean Michel Gruffant, el francés cirujano en la plaza de Bayona con una experiencia contrastada que aporta grandes posibilidades de urgencia ante las heridas taurinas, sobre todo en esos pueblos donde están desabastecidos del material quirúrgico y que acude a la llamada de los aficionados que quieren escuchar sus propias palabras y el relato de tantas experiencias y anécdotas recogidas en los largos días de dedicación a la cirugía taurina.
Por último destacar que en la Plaza de toros de Valladolid, ahora que se va a cumplir el lustro desde que tengo la fortuna de conocerlos en su propio ambiente, saludarlos con la afabilidad y campechanía que muestran hacia todos nosotros vecinos de burladero del callejón de la plaza, es preciso citar a los doctores Antonio María Mateo y a José Rabadán, encargados de paliar las dolencias, restañar heridas y actuar de samaritanos profesionales en el recinto del Coso del Paseo de Zorrilla. Mateo y Rabadán, como todos les conocemos, son además extraordinarios aficionados y expertos conocedores de la lidia, pues no en balde se cuentan ya por cientos sus intervenciones y asistencias y seguramente tendrán en su recordatorio, en la viva memoria, los complementos exhaustivos de aquellos sucesos más peregrinos, más atrayentes, anecdóticos y distraídos para el público acaecidos durante la rica fiesta de toros y los muchos largos años que se encuentran al frente de la sanidad taurina vallisoletana.
Tampoco escatiman el momento, si la ocasión lo permite, de acudir a presenciar como espectadores una corrida de toros por las cercanías de Valladolid. Tal es el caso de la fotografía, captada este año en Palencia, un día de la feria de San Antolín, donde se aprecia a ambos doctores dispuestos a acomodarse en ese tendido de los Campos góticos palentinos.
En fin. La labor de muchas personas en la fiesta de toros en el anonimato y el silencio de una enfermería de plaza, de un quirófano móvil consiguiendo evitar que la herida sea más intensa y pueda paliarse la gravedad de la misma con una intervención profesional urgente e inmediata, estabilizando al herido y enviándolo después al centro hospitalario, es una muestra más de la extraordinaria afición a los toros, pero por supuesto la profesionalidad que reverdece cada temporada día a día, festejo a festejo y toro a toro.
José Rabadán Jiménez dice
Muchísimas gracias por este reportaje tan sensacional. Yo solo quiero añadir que en estos momentos, acaso un poco duros para la Fiesta, se hace necesario que los aficionados nos sintamos hermanados por nuestra común afición y sepamos defender algo tan nuestro. En cierta ocasión preguntaron al gran Pepe Luis: «Pepe Luis ¿que es la Fiesta Brava?» Y el gran torero de San Bernardo solo supo responder: » Una cosa muy grande, una cosa muy grande, una cosa muy grande…» Si Pepe Luis solo pudo decir esto, que más puedo decir yo…