Abrió sus puertas la feria de Íscar, la acogedora villa maderera de Valladolid, con una corrida del bello arte de rejoneo de auténtico relumbrón, trayendo a su coso una corrida del pacense Luis Terrón que no tuvo la transmisión exigida para un duelo de las características que se preveían, tras lo visto esta tarde. Los dos mejores centauros en estos momentos, el estellés Pablo Hermoso de Mendoza y el sevillano lisboeta Diego Ventura a lomos de sus cabalgaduras concurrían a Íscar en el esfuerzo más importante hecho por un empresario taurino humilde, esforzado y profesional, como es el abulense Martín Perrino, por su contratación en el primer año de concesión de la organización de los festejos taurinos. Completaba cartel el portugués Antonio d`Almeida.
De manera que los señuelos estaban echados. En el cartel, lo mejor de lo mejor del rejoneo y toros de encaste Murube Urquijo, cuajados, lustrosos, pero en su resultado paraditos y que se rajaron pronto, excepto el corrido en sexto lugar, el más bravo y encastado del encierro. La Plaza se llenó en sus tres cuartos con un público además deseoso de aplaudir, interesado en ver la corrida que además estuvo presidida por una mujer, a la que asesoraba técnicamente Domingo Nieto.
Y todo lo que estaba preparado a conciencia, con trabajo bien hecho, ganas de agradar y sentido de la comercialización, no estuvo a la altura de lo preparado. Sí en cuanto a resultado artístico, pues la terna cortó orejas en su totalidad, pero no en un resultado redondo como se merecía la plaza de Íscar, el público, el Empresario Perrino y los centauros, caballeros participantes. Tres, dos y una como si de las medallas olímpicas se refiriera, así fue el final de la corrida. Hermoso, medalla de oro; Diego, de plata y Almeida de bronce por aquello de no ser un convidado de piedra en el desafío, enfrentamiento y exhibición de los dos mejoes rejoneadores en estos momentos.
Luego, una vez acabado el espectáculo, Mendoza y Ventura fueron izados y sacados a hombros de la Plaza entre los aplausos de la concurrencia, mientras Antonio D`almeida fue despedido con una fuerte ovación.
Y vamos a contar brevemente lo sucedido esta tarde en el magnífico y espectacular coso de Íscar, a cubierto de aguas y viento, con unas instalaciones realmente cómodas y dignas de admiración, desde cuyo callejón hemos seguido la corrida en compañía de dos buenos amigos, el Concejal Jesús «Mon» de Medina del Campo y del ganadero Salvi Cebada Gago.
Pablo Hermoso de Mendoza que abrió plaza lo intentó con el paradito primero de la tarde. un animal que salió de toriles sin fuelle, con poca fuerza, como atontado, sin atender a los cites, pero que poco a poco fue entrando en la labor del rejoneador navarro, poniéndolo todo él de su parte. Especialmente me gustó las evoluciones con «pirata«, poco más podía hacer ante el parado ejemplar de Terrón, por lo que sin más le propinó un rejón de muerte, recibiendo una oreja. Donde Hermoso demostró su calidad, su temple y su forma de entender el rejoneo fue ante el «ramito«, segundo de su lote. Con el caballo «manolete» estuvo muy torero en banderillas, templando y toreando a la grupa, al estribo, de frente, de corto y largo como si aquello quisiera empezar una sinfonía. Con «barullo» y «pirata» redondeó el toreo, especialmente con banderillas cortas a dos manos y alardes tocando la testuz del toro. Cuadra al toro logrando un rejonazo que tira sin puntilla al animal, y dos orejas que caen en el esportón de Pablo a quien una peña le lanzó un hermoso gallo de corral cuando daba la vuelta al ruedo.
Diego Ventura, al «raboso» primero de su lote lo toreó magníficamente a caballo, con cabriolas, vueltas y revueltas, citando de largo y yendo a colocar de poder a poder los garapuyos al toro. Sin embargo, Diego no acertó con el rejón de muerte, pinchando en dos ocasiones, por lo que perdió lo que ya había ganado sobradamente. Contrariado se retiró entre barreras, rumiando la mala fortuna con el acero de muerte, pero no se iría de vacío con «olvido» el quinto de la tarde, con más pies y más transmisión que el anterior. Diego salió a por todas, pues quería mostrar su agrado al fenomenal público iscariense. Especialmente con las banderillas cortas estuvo muy torero, con entrega y realizando la suerte con toda la pureza. Un rejonazo efectivo y el delirio se desató en el tendido, pues el público pidió con fuerza las dos orejas que le fueron concedidas.
Garantizada la puerta grande de los dos, toreó Antonio de Almeida, mucho mejor en el sexto de la tarde, quizás el más bravo del encierro, que con el mansote «serenito» a quien le arreó tres rejones de castigo no ortodoxamente colocados. Con las rosas lo hizo todo el caballero portugués que venía vestido a la federica, y muy bien con las banderillas a una mano. Almeida toreó ya sin nervios y sin mayor compromiso al último toro. Con banderillas a una mano estuvo muy bien, consintiendo al toro que apretaba más para los adentros, pero girando con su caballo ante la cara. Muy aplaudido por el público, Antonio consiguió un rejón de muerte efectivo que tiró patas arriba espectacularmente al animal, entre los aplausos del público que pidió la oreja y le fue concedida.
En resumen, una corrida del bello arte del rejoneo, sobre el papel magnífica y atrayente, bien presentada, pero que no contó demasiado para atiborrar de espectadores el graderío de la plaza, donde hubo tres rejoneadores que pusieron la mejor voluntad por agradar y hacer las cosas bien y donde falló esta vez una de las cosas primordiales en los toros, la bravura.
Y mañana, Leandro, Javier Castaño y Agustín de Espartinas con los toros de Cebada Gago. Allí estaremos para contarlo. si Dios quiere.
Fotos: José Fermín Rodríguez y
Galería Gráfica: José Salvador.
Deja una respuesta