Gran corrida de toros la de esta tarde en Cuéllar con seis ejemplares de Miura, algunos de ellos como el quinto, inmensos, de plaza de primera y reencuentro de los aficionados con la suerte de varas pues no en balde los ejemplares de Zahariche se han llevado en total diecisiete varas de usía, excepcionalmente buenas las administradas por Tito Sandoval al quinto, siendo aplaudido con el tendido puesto en pie. No le fue a la zaga el varilarguero a las órdenes de Javier Herrero, Santiago Pérez, picando al sexto que cerraba festejo, un Miura bravo, encastado, poderoso, con un pitón izquierdo para faena grande y que, a mi juicio, este animal fue merecedor del pañuelo azul.
Pero vamos poco a poco, tras digerir las dos horas largas sin aburrimiento alguno, pendientes de todo, con la atención presta gracias al magnífico encierro que han enviado a Cuéllar Eduardo y Antonio Miura, la emoción que despiertan estos toros solo con verlos y los cinco sentidos alerta porque cualquier error se paga con creces y con la cogida. Así le sucedió en el tercero de la tarde al local Javier Herrero que fue volteado feamente, menos mal que sin consecuencias, por el «arenero», primero de su lote, al que le picó de forma soberana Rafael Agudo con dos varas en el sitio.
Mejor entrada que ayer en el coso de Cuéllar, arreglado el firme tras la copiosa lluvia caída por la mañana, pero oreado el ruedo y adecentado por el personal de plaza, la corrida tiró para adelante sin problema alguno.
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El primer Miura de la tarde se llamó «limosnero», fuerte, con brío y mansote, al que recibió Rafaelillo sacándolo del tercio a los medios. El picador Esquivel le arreó cuatro varas de campeonato y una su compañero Collado que guardaba la puerta. De manera que cinco varas, cinco para que fuera abriendo boca la concurrencia del público a la que se le está olvidando la suerte de varas. Pareado por la cuadrilla, el animal da un salto y se cuela al callejón sembrando el terror en las caras de cuantos por allí estaban. Recorrido prácticamente todo el anillo, el animal salió al ruedo de nuevo por la puerta de toriles causando un verdadero alboroto y desorden en la lidia.
Rafaelillo, sin descomponer ni la figura y quedándose él solo con el toro, dio una lección de torería, capacidad, profesionalidad y entrega. ¡Qué pedazo de torero!, pero falló a espadas. Cuando el animal dobló, la ovación del público fue atronadora para el diestro murciano que recogió con saludo desde los medios.
El segundo de la tarde «luminario» fue el único que recibió tan solo una vara de Bernal y López Chaves pidió el cambio de tercio. Muy bien cerrado corriéndole a una mano por Jesús Talaván. El toro, el más flojito del encierro, pero más noble que el anterior iba bien al engaño del salmantino, aunque si bajaba la mano obligándole, el toro rodaba por los suelos. Estuvo bien con él Domingo López y tras pinchazo y estocada recibió una oreja, pedida con insistencia por el respetable.
«Arenero», tercero de la tarde a punto estuvo de dar un disgusto a Javier Herrero al alcanzarlo en su trasteo de muleta. Previamente le habían arreado dos varas de campeonato, apretando, insistiendo, aunque la lidia en banderillas fue un desastre, merced a la mejorable cuadrilla de esta tarde. Lo despachó de pinchazo, una media tendida, otra en el rincón y tres golpes de descabello, mucho bagaje de acero por lo que el público silenció su faena.
El cuarto, un «alcachofero», con lámina de antaño de la revista la lidia, sardo, grande, armado, cuajado, un Miura en toda la extensión de la palabra recibió tres varas arrancándose de largo al caballo, dejándole en vez de quebrantado con mayor empuje aún. Rafaelillo lo intentó pero el toro cabeceaba demasiado, no iba franco al engaño, la embestida un tanto deslucida y con el peligro cerniéndose sobre el buen torero murciano. Con una trasera y tendida lo mandó al desolladero.
A «taponero«, quinto de la tarde, inmenso, grande, impresionante, al que sacudieron en varas como no digan dueñas, de forma espectacular, arrancándose desde los medios, fijo en la caballo, empujando, metiendo los riñones mientras el público, puesto en pie, jaleaba al picador y aplaudía con fuerza, su matador López Chaves estuvo a punto de conseguir el premio merecido por su faena acorde con la fortaleza del animal. López Chaves, menudo y bajo, frente a un toro cercano a los 600 kilos si no me equivoco, de plaza de primera, aplaudido de salida y cuando las mulas se lo llevaron al desolladero. Gran faena de Chaves a este toro pero desafortunado con el estoque pinchó arriba dos veces antes de lograr una estocada baja.
Y cerró esta corrida «palillero», toro merecedor del pañuelo azul por su comportamiento en todos los tercios de la lidia. Tomó tres varas arrancándose de largo, fue banderilleado con majeza por Alberto Román y Jesús Granado, obligados a desmonterarse. Un toro de faena grande sobre todo por el pitón izquierdo, el que dicen que era antes el del dinero para los toreros. Javier Herrero, el torero de Cuéllar lo intentó, fajándose con él con deseos de éxito en una faena más que aceptable, pero de nuevo los aceros le privaron del triunfo.
FICHA DE LA CORRIDA
Plaza de toros de Cuéllar (Segovia). Segunda de feria.
Toros de Miura, duros, encastados, cuajados, aplaudidos cuatro de ellos en el arrastre y de salida la mayoría. El primero, manso y con peligro.
Rafaelillo, ovación y palmas.
López Chaves, oreja y ovación.
Javier Herrero, silencio y aplausos.
FOTOS. mundoTORO y Jesús López
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