Llueven las alabanzas al Ministro de Cultura de España porque ha propuesto reconocer a la tauromaquia como Bella Arte. Desde todos los puntos se aplaude la medida pues tiene en sí misma la gran carga, extraordinaria, para que pueda seguir viviendo entre nosotros. Bien está.
Pero con ello no se puede recular a las tablas, apechando y lanzando diatribas contra quienes también dedicamos tiempo y esfuerzo a promocionar y fomentar la fiesta de la talanquera que, por otro lado, es la primigenia, el sustento, la base de la otra, de la llamada profesional, la de luces. No parece bueno sacar de contexto a una parte de la tauromaquia, la de los paletos, de la gente del pueblo, la de los de la chaqueta, sombrero y cachavita que se asoman y aúpan entre maderas y hierros de talanquera para ver toros corridos por las calles, citarles orgullosamente, o emocionarse con un simple lance, topetazo o embestida del burel.
Creerse los profesionales del toreo dueños y señores de la tauromaquia y de su evolución histórica es un error mayúsculo. Especialmente sabiendo que hay otras personas, gustosas también de la función taurina popular, importantes y en ocasiones imprescindibles por heroicas y audaces, en esto de los toros.
La montera tiene que darse cuenta que en la tauromaquia popular reside su grandeza y lo que es más importante, su existencia y pervivencia futura. No puede, no debe, obviarla, sino que debe aceptarla tal y como es, por suya.
Duele y mucho cuando algunos “aficionados de solera” desprecian y comparan negativamente a una y otra manera de entender la Tauromaquia. Como dice un amigo mío en hallazgo y comentario impagable “basta ser antitaurino para tener carnet progresista, basta abjurar de la tauromaquia popular, excepto San Fermín, para ser un buen aficionado monterado; da empaque escupir a la talanquera; manifiesta carácter impreso, como si hubieran sido ungidos por el santo óleo de Pedro Romero”.
Nuestra Tauromaquia española tiene un poso de siglos. Es vino viejo que se bebe despacio, pero cuya copa es preciso apurar, porque toda ella en sí misma es la esencia del existir de una fiesta, la de los toros, muy unida al carácter español, orgulloso y capaz de lo mejor.
Hasta ahora nunca nadie en la talanquera ha dado pie al desprecio, al desdoro y la traición para los hermanos de la montera, antes bien y a la vista está, todo son apoyos, ayudas, colaboración y reconocimiento. Cosa que desgraciadamente en todo el estamento generalizado de las luces, lentejuelas e hilos de oro no revierte a la recíproca, con el merecido aprecio ganado. Antes bien, se orilla y obvia como proscrita… por cosa de paletos.
En definitiva y, a mi juicio, urge tender puentes de unidad, de trabajo parejo y aprecio respetuoso y sincero. Ambas manos unidas por una causa común: La pervivencia de la Tauromaquia. Todo lo demás es actuar como el diablo derramando rencillas y discordias, levantar caramillos en el viento con resultados obviamente baldíos y a la larga perjudiciales y desastrosos para esta forma de entender la vida y el juego del hombre con el toro bravo.
Gracias por las fotografías de la Galería a José Carpita y a José Ramón Muelas, del Patronato del Toro de la Vega
Iván Pacho dice
desde mi experiencia personal aseguro que por los festejos populares me he aficionado a las corridas, desde niño he acudido a diversidad de festejos populares y ese gusanillo que entra por el toro hace que entres a disfrutar de las corridas, por no olvidarme de los profesional que dieron el salto del festejo popular al profesional, incluso en la provincia un joven cortador se está preparando para ser profesional.
Muy buen artículo, como el resto Jesús, la talanquera y la montera no deben estar reñidos, deben llevarse como hermanos, pues no se puede entender el uno sin el otro