Ya las urnas de una región como Andalucía han hablado. Ha sido el pueblo al que siempre es preciso, imprescindible, obligatorio, escucharlo porque desoír su voz, pisotearlo, robarlo y engañarlo, trae como consecuencia estos resultados y más que seguramente vendrán, pues este es el comienzo de un final más que anunciado.
Y digo final porque los escarmientos no suelen producir nada más que indignación y propósito de enmienda que pronto se olvida, desdeñando de nuevo y desoyendo los gritos desgarradores que muchas personas elevan al cielo cada día. Uno de estos gritos es el de los toreros, el del mundo del toro, el de aficionados y respetables ciudadanos que han visto un día sí y otro también cómo sus derechos eran conculcados, violados, insultados impunemente e incluso agredidos por violentos locos, llenos de odio y despreciables, que han obtenido un estrepitoso fracaso.
Pues bien. Hoy traigo a uno de esos personajes más que reconocidos y no es otro que el diestro José Antonio Morante de la Puebla que decidió en su libertad ponerse al lado de un partido que empezaba a andar en el espectro de esas sociedades cerradas y piramidales que suponen las agrupaciones políticas, muchas veces usadas como escudo de tamañas aberraciones y corrupciones como las que se están viviendo en estos últimos años en España.
Morante de la Puebla ha decidido en su libertad plena acogerse a la media verónica del viento para ahormar y burlar al toro de la vida, defendiendo su dignidad y su pan, apoyando a quien le ha declarado que apoyará las iniciativas taurinas, sin cortapisas, prohibiciones ni desprecios. Antes bien, consiguiendo que la Tauromaquia ocupe su lugar en el sitio de la sociedad que le corresponde en estos tiempos modernos. Su actitud de valentía le honra; su actividad le acompaña y su decisión clara y diáfana le encumbra.
Creo sinceramente que las personas sencillas están más que hartas ya de tantos políticos incompetentes que, sentados en su trono gratificante de comodidad y altura, actúan sin inmutarse y sin contribuir a solucionar los problemas acuciantes de la sociedad generando todavía más indignación, más desesperación, mayor desprecio.
Morante de la Puebla, un torero, una ciudadano español, un hombre cabal, ha echado la pata p’alante en este tiempo de controversia y disputa, de animosidad y dificultades, defendiendo a las claras su dignidad personal y su pan. Y eso entre tantos silencios como suele haber en el mundo taurino merece ya de por sí que se lo tengamos en cuenta los aficionados.
Ojalá haya llegado el momento de mostrar sin tapujos, con la verdad por delante y decisión entregada, una nueva forma de vivir con la sociedad a la que uno pertenece.
Fotografía: José FERMÍN Rodríguez
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