Y tuvo que ser en la última de las comparecencias anunciadas en este largo san Isidro. Las Ventas con el Palco Real ocupado por S.M. El Rey a quien flanqueaban la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso y el Presidente de la Unión de Criadores de toros de lidia, Antonio Bañuelos; los tendidos, gradas y andanadas a rebosar; la expectación a tope, como suele decirse una plaza a revienta calderas. La ovación del público memorable cuando Felipe VI apareció en el palco como a la de un gran torero, que la gente de Madrid sabe apreciar las cosas, especialmente las de quienes tienen responsabilidad en las Instituciones españolas y la Jefatura del Estado es la más alta de ellas, aunque no les guste a algunos.
Tan solo quiero detenerme en la sinfonía artística y hermosa interpretada por el torero sevillano Morante de la Puebla frente al cuarto de la tarde un ejemplar de Alcurrucén que tenía el nombre de «pelucón» sin un pelo de tonto, un núñez colorado con toda la barba, explosión de bravura y entrega que hizo sentirse a gusto y expresarse con temple y armonía a Morante.
No es de extrañar que en caso de haber matado a la primera, la puerta grande hubiera sido abierta de par en par para este gran torero que ha marcado una época, un no sé qué que parece un qué se yo asumible para el sentimiento de quienes vieron su juego eterno con el toro que nos produjo emoción en cada lance con la franela de su muleta.
Es verdad que el toreo dicen que es emoción. Y eso es cuanto hoy han sentido muchos en las Ventas y en donde se hayan visto las imágenes por televisión mientras Morante hacía su faena a «pelucón», un núñez bravo y encastado de los que debería haber más para disfrute de la afición, de los toreros y en general de todos cuantos aman la fiesta de los toros.
José Antonio Morante de la Puebla hasta en la forma de saludar y ofrecer el brindis al palco era, es y se siente torero. Por eso hoy, esta tarde ha sonreído en su idilio con Madrid y nos ha puesto y ofrecido a todos un ramillete de torería que será muy difícil de olvidar. Gracias, ¡MORANTE!.
Foto: Luis Sánchez Olmedo
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