Hubo una editorial en Valladolid que se llamó «Miñón» en donde un hombre, pedagogo singular, llamado Antonio Álvarez llegó a escribir un libro conocido como la Enciclopedia Álvarez en sus tres secciones y que sirvió de pauta y enseñanza a generaciones de muchachos que se acercaron a sus páginas en las escuelas de entonces. Hoy, en el Coso del Paseo de Zorrilla, un maestro sevillano singular, diestro torero, tocado con la gracia y la sutilidad de su forma de torear ha dado una lección de entendimiento claro y su función en la Tauromaquia, con el temple, la forma de entender el arte de torear, la diversidad y la gestión de todas y cada una de las suertes del toreo a pie.
Hoy Morante de la Puebla ha lidiado, ha banderilleado, ha toreado y ha matado a estoque mostrando el perfume de azahar en algunos momentos de las faenas variadas e incluso trayendo a la memoria a los jóvenes espectadores la pedresina en homenaje y recuerdo al fallecido diestro Pedro Martínez «Pedrés», pase ejecutado al comienzo de la faena ante el cuarto de la tarde, con la mano izquierda y la muleta recogida en una sinfonía laudatoria al diestro recientemente fallecido.
José Antonio Morante de la Puebla tiene asumida la tauromaquia en su misma existencia, en el porte, en el vestido, en la muleta, en la sonrisa, en el saludo y en el agradecimiento al público vallisoletano. Y aunque hoy no le hayan concedido la segunda oreja, más que merecida por toda su actuación, Morante ha dejado en Valladolid el poso de un torero encarnado en la propia vivencia de la Tauromaquia.
David Fandila el Fandi, torero de entrega y pasión, ágil y profesional de verdad ha salido triunfador en número de trofeos cortados, tres orejas, por unas faenas plenas de técnica completadas por un tercio de banderillas que puso la plaza en pie ante sus dos enemigos, toros de Olga Jiménez, «amargado» y «carcelario«, bravos y encastados que embistieron sin abrir la boca en la faena del granadino. Al final del festejo, y por aquello de la pandemia, no salió a hombros de la plaza, desistiendo de ello pero sí se llevó la ovación clamorosa de toda la plaza.
Completaba la terna Andrés Roca Rey al que hemos visto fuera de sitio en su primer toro, un «descreído» de 482 kilos de peso pasando el tiempo con una vulgar faena, con poca gracia pues entre la flojedad del toro y la falta de emoción de los lances, aquello pasó sin pena ni gloria por el albero vallisoletano. Pero salió el sexto, un «sosito» de 543 Kilos en la romana, bravo y encastado, y la transformación del peruano fue total y absoluta. El convencimiento de lograr el triunfo, de agradar al respetable, de sentirse y de poner en el escaparate vallisoletano su torería fue como la noche y el día de una faena a la otra. La faena del diestro fue a más, superando las dificultades como la de un inoportuno pisotón de la res, al volverse demasiado pronto en el lance. Roca Rey estuvo entregado y firme en Valladolid, pero se le atragantó el acero al pinchar en dos ocasiones antes de lograr la estocada que envió al desolladero al ejemplar de Olga Jiménez.
Una corrida que ha ido in crescendo, a medida que avanzaba la misma, levantando la pesada losa de inicio siempre de las fiestas en honor de Nuestra Señora de San Lorenzo y en cuya corrida, al comienzo, se ha despedido el cirujano Antonio María Mateo tras 50 años de ejercicio de la actividad. Por parte del compositor y músico Eugenio Gómez le entregó un pasodoble compuesto para él recibiendo los cariñosos aplausos de todos los espectadores.
PLAZA DE TOROS DE VALLADOLID.
Primera corrida de la Feria de Nuestra Señora de San Lorenzo. Lleno dentro del aforo permitido. Antes de romper el paseíllo se guardó un minuto de silencio por el fallecimiento de Teresa Molero, ganadera vallisoletana. Sonó el himno nacional.
Seis toros de Olga Jiménez, bravos y encastados todos ellos, excepto el primero, flojo y escaso de fuerza para
Morante de la Puebla, ovación y oreja con fuerte petición de la segunda.
David Fandila El Fandi, dos orejas y oreja.
Andrés Roca Rey, silencio y aplausos.
FOTOS: José FERMÍN Rodríguez
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