Así lo demostró ayer en Burgos Jesús Martínez «Morenito de Aranda», un torero que se fue y volvió con la hermosa manera de encontrarse con su ayer, su pasado y su presente más que esperanzador en su misma tierra, el coso del Plantío hoy llamado de forma pomposa y transformadora coliseum burgalés.
No he podido presenciar directamente el festejo, por lo que me resulta imposible desmenuzar el mismo. Sin embargo las lecturas, visionados de filmaciones y las modernidades técnicas de hoy es como si uno hubiera estado en el graderío bullanguero y ruidoso de la plaza. Y ahora mismo sí que pueden destacarse algunos aspectos merecedores de atención: El primero de ellos, es la superación de un torero que se abre paso entre los grandes por ganas, méritos, preparación y fe en su vocación. Un torero, maduro, poderoso y pleno para entrar a lo grande ante sus paisanos y el público aficionado que siempre lo quiso y esperó de él.
En segundo lugar, el detalle del agradecimiento a un hombre que pasa por momentos duros y complicados, que lo formó en sus inicios e hizo de él un torero. Y este no es otro que Carlos Zúñiga, presente en el tendido de la plaza y a quien Morenito brindó uno de sus toros como puede apreciarse en la fotografía. Carlos Zúñiga hizo a este torero, enderezó el árbol de su torería, lo preparó y lo lanzó a un mundo hosco, duro y complicado donde el triunfo se mide por esfuerzo, se valora por dedicación y se tiene o no por gracia natural.
Es uno de los momentos más emotivos de la tarde, sobre todo por tratarse de personas a las que conozco y aprecio.
Y en tercer lugar, el triunfo de todo un equipo. Las cosas no pueden hacerse en el mundo del toro por una sola persona, salvo que uno sea un genio increíble y forzudo. Todo el equipo que acompañó a Morenito en Burgos nos enseña que entre todos se pueden conseguir los éxitos, lo mejor para cada uno y que además solo la unión hace la fuerza. Pues eso. ¡Enhorabuena, maestro!
Fotografías: WEB Circuitos taurinos.
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