Suenan timbres de alarma en las descastadas fuerzas de los toros, salvo honrosas excepciones, que se están lidiando en Madrid en el nuevo empuje que ha querido poner en el escaparate la nueva empresa de las Ventas. Toros que salen con la fuerza justa a los que se les mide con tranquilidad, sin apreturas y dejando el palo señalado en el lomo decrépito del animal. Posiblemente las algarrobas, las avesas, la avena y el maíz transgénico de estos tiempos de producción hagan presa en los hígados de los toros y acrecienten más la flojera, la falta de fuerza, de raza, de querer y no poder e influyan para que pierdan el fuelle y bravura temerosa de otros tiempos no tan lejanos pero de natural mejor y propio.
La Feria de San Isidro transcurre con chispazos, momentos, intermitencias, sí pero no, sin cuajar ni ver todavía un toro en el ruedo completo, merecedor del aplauso, encastado, duro, bravo y noble que rompa la triste monotonía que llevamos contemplando desde hace ya quince días adversos, extraños y singulares y con el vozarrón de alférez abanderado de la protesta, los espectadores ya gritan: ¡toroo!, torooo!, toroooo! trá ca trá!. Que Madrid es muy exigente ya se sabía, que las Ventas son el espejo mundial del toreo que contemplan millones de aficionados y al que se acercan cuantos admiran la decisión y el valor de un hombre enfrentándose cada tarde a los cuernos de un toro bravo, lo es tan evidente como el sol que nos alumbra.
Pero igual que cuando un torero tiene mala tarde, como la tenemos todos en cada profesión, actividad o trabajo que realizamos, se precisa el análisis y razonamiento profundo a lo que sucede y poner el mejor remedio para restituir con esfuerzo y conocimiento la mejor llamada a los espectadores. En una palabra, realizar el quite del perdón que esperamos como agua en mayo.
La Fiesta de los toros late acompasada con los tiempos; de eso no hay duda. Y el sentido de una fiesta cruenta, dura, complicada, difícil, emocional e increíble está siendo sustituida por otra suave, noble, repetidora, divertida, sin sustancia, riesgo excesivo ni pujanza, adversa, lastimosa. Eso sí dicen que más artística.
Y así, con la decepción pintada en la cara, no se va a ningún lado.
Fotos: Andrew Moore.
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