Dicen que la primavera la sangre altera y, a lo que se ve, es verdad. Los toros, hermanados en su dehesa pero proclives a mostrar la supremacía y liderazgo en el rebaño, frecuentemente se pelean a muerte pues la genética de estos animales es esa, la fuerza, la esencia de la bravura hecha instinto de pujanza y sobrevivir.
En la ganadería de Juan Luis y Carolina Fraile que en ocasiones nos han acogido en sus instalaciones de la finca de Salamanca para tentar las hembras en estos certámenes de Rioseco que acercan a los muchachos que quieren ser toreros, allí se ha producido una pelea primaveral entre machos y la peor parte se la ha llevado «garbancito«, uno de los toros elegidos para la feria de pentecostés en Francia que ha encontrado la muerte entre malvaviscos, jaras, salvias o gallocrestas de los húmedos prados de Robliza de Cojos.
La noticia en sí no tiene más de importancia que, como recoge «El campo bravo de Salamanca», un escaparate informativo de singularidades para las dehesas de toros bravos, demuestra fehacientemente que los toros mueren en peleas duras entre ellos mismos suponiendo un porcentaje más que destacado en las pérdidas de ganado de lidia que computa al ganadero negativamente, pues tras el esfuerzo económico de saneamiento y alimentación que ha costado sacar adelante durante cuatro años a un toro, de la noche a la mañana una pelea entre congéneres ha acabado con su vida.
El cuerpo implado y exánime tiene ya poco aprovechamiento si han pasado varias horas desde la muerte de la res y tan solo las aves carroñeras podrán tener su festín alrededor de una mesa natural que limpia el campo de cadáveres y realiza la función primordial cíclica de la naturaleza, muerte y vida, vida y muerte.
«Garbancito», un pedazo de toro, armado, con trapío y magnífico «graciliano» ha caído en el campo víctima de una pelea entre hermanos. Su crotal 5563 de identificación engrosa una baja más en la ganadería que adopta estas cuestiones como gajes del oficio, situaciones que pueden darse y de hecho se dan, cuando los machos se pelean por la preeminencia en el grupo de animales.
Como cantaba la canción de infantes: «pachín, pachín pachán, mucho cuidado con lo que hacéis, pachín, pachín, pachán, a garbancito no piséis», este es el final, solo y abandonado, de un «garbancito» bravo de Juan Luis Fraile, muerto tras una pelea entre toros, a la sombra de viejas encinas. Y es que los toros tienen estas cosas también en su misma esencia y raíz y razón de existir.
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