Menos mal que ayer la corrida del Domingo de Resurrección en Sevilla confeccionada con el mejor cartel posible en estos momentos y con los toros de Cuvillo, tuvo un quinto que salvó el tedio de la tarde donde sólo hubo pellizcos, con pocos motivos para desatar los olés intensos y roncos con eco hasta la Torre del oro.
Seguimos la corrida por la transmisión de Mundotoro Tv donde Cepeda, atinado y parco en comentarios, junto a Domingo Delgado, experto en historias y conocedor más que de sobra de la historia taurina junto al hablador zamorano David Casas y el salmantino Soria por el callejón pusieron una más que digna retransmisión del festejo. Eso sí casi siempre a favor de obra.
Unos toros de lámina irreprochable, fenotipo hermoso y conjuntado, bien armados de pitones pero sin vida, a lo largo de la lidia, inútiles y sin fuerza ni casta ni raza salvo el quinto que arregló el tedio a última hora. La verdad que pagar para ver estos festejos que tienen en las imágenes previas más de corazón y mundo social supone un esfuerzo más que considerable a los bolsillos. Pero hoy en que casi todo se paga, bien estaría que el resultado tuviera el desarrollo de esplendidez y belleza, bravura y acometividad de la que carecen los toros de esas ganaderías que llaman punteras.
Desconozco si ello es debido a los hígados, a las alimentaciones, a los tratos de ganado, a la raza, a los saneamientos… El caso es que para ver en una corrida al completo, suerte de varas incluida, la bravura y ganas de los toros y de toreros, hay que visionar y asistir a muchas, a más de la cuenta.
Menos mal que el torero de Madrid, Julián López, el Juli puso boca abajo el tedio en el coso del Baratillo en la lidia al quinto toro de nombre «gavilán» , furioso y acometedor que se llevó todo el ímpetu de sus aperreados hermanos.
Una lástima que una corrida de este nivel, con las caras toreras mejores sobre el papel acabe siendo un fiasco para el espectador aficionado. Y es que siempre suele salir el melón pepino cuando hay más expectación y viene con ella la decepción y ahí es donde se hace daño a la fiesta.
Foto: FERMÍN Rodríguez
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