Cuatro tardes en la Maestranza, oportunidad más que agraciada y meritoria han sido las que ha aparecido en carne mortal y vestido de luces el diestro José Antonio Morante de la Puebla, porque el público de Sevilla- dicen- lo pide. Y es evidente que así es, toda vez que los tendidos cuando se hace presente Morante recogen un nutrido grupo de espectadores que llenan los graderíos de la plaza, a la postre aspecto fundamental para la mercantil organizadora de la feria, le aplauden, le ovacionan, le respetan, le aman, le tienen en el viril casi santificado.
Cada aficionado luego en su apreciación y consideración verá si la convocatoria ha merecido la pena o por el contrario ha resultado ser un auténtico fiasco demoledor para el interesado. Ayer en la última comparecencia el aclamado torero destapó el tarro de la soberbia, una vez más, que es preciso controlar para evitar luego recoger las tempestades que pueden hacer zozobrar esa barquilla personal que es cada uno de nosotros. Otra vez Morante, atacando al Presidente de la corrida porque no le concedió una oreja totalmente inmerecida, caso de habérsela dado, y nunca pedida por la mayoría de espectadores flameando sus pañuelos, del que dijo textualmente «Es un mal aficionado y debe estar ahí porque está de municipal en la Junta de Andalucía”; estamos en Sevilla. Aquí se exige. Y a mí que soy de Sevilla me exigen aún más”. Y reconocía «ha sido difícil, metía la cara para adentro en ocasiones. Además ha molestado el aire. Ha sido una faena de buscarle las vueltas».
Ayer fue en Madrid cuando en un arrebato espontáneo y poco explicable y meditado en un personaje de su situación se dirigió a un espectador de las Ventas con aquel triste y lamentable: «¡Baja tú y lo haces!».
Los profesionales que intervienen en la lidia, en la corrida, en la novillada o en el festejo taurino «deberán abstenerse de realizar cualquier tipo de manifestación externa dirigida a forzar la concesión de los trofeos previstos…», y que muchos disculpan debido al acaloramiento del momento en que hace, con los nervios a flor de piel, sin templanza ni meditación alguna. Pero en la vida, como en todo, cuando se es forofo de un personaje, de una idea, de un grupo, de un equipo, de un partido, se ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio, se cierra en demasía la mente para poder transmitir el sentimiento a los demás. A todos nos pasa y también a Morante.
El balance objetivo, sincero y real de Morante de la Puebla ha sido un tremendo fracaso en su comparecencia en Sevilla. Tan solo pinceladas en algunos momentos de su manera de componer la figura, abriendo la gracia que atesora en sus huesos y músculos, algunos naturales bellísimos y de honda traza, pero aislados, deslavazados, a cuentagotas, sin continuidad de una faena redonda. Un cuadro de pintura rápida, sin completar, sin terminar y sin haber llegado al acabamiento pleno de su madurez torera. Eso sí con inmejorable resultado en la cuenta mercantil empresarial, sin ninguna duda. Por eso el respeto, la consideración, la admiración pero nunca el aplauso gratuito ni mucho menos cantarle por soleás durante las faenas de esta feria de abril.
Morante, torero excelso, Paquiro redivivo. Nadie discute su grandeza, pero no se olvide, analizamos su actitud, su faena ante el toro de lidia y en esta feria Morante de la Puebla ha fallado y fracasado una vez más, pecando además de soberbia. En fin, que en su pecado lleve la penitencia.
Foto: José FERMÍN Rodríguez
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