Bien que nos había dicho Luis Antonio Rodríguez «Taru» que anda el hombre dando toros por todos los pueblos donde se le requieren sus servicios, que llevaba una novillada de las de quitar el hipo al coso de Mojados y que era preciso estar muy puesto para enfrentarse a ella. El cartel inicial lo componían Gerardo Rivera; Juan Carlos Benítez y Maxime Soler. No obstante los avatares de la lidia produjeron un cambio en el cartel en el que solo se mantuvo el mexicano Gerardo Rivera, completándose la terna actuante con Javier Pasero y el portugués Diego Peseiro. Algo menos de media plaza de aforo fue cubierta por espectadores en tarde soleada y magnífica para el toreo. La corrida empezó con media hora de retraso hasta que se habilitaron y pintaron los círculos concéntricos que delimitan los tercios, tablas y medios por operarios municipales. Un detalle nada profesional. Tanto es así que se hizo de noche lidiándose el cuarto de la tarde con el consiguiente perjuicio para la visión de toreros y el mismo ganado, debiendo concluirse la corrida a la luz artificial de los focos.
Se ha lidiado una corrida de Aldeanueva digna de una plaza de mayor categoría, pues los seis ejemplares, magníficamente presentados les faltaba muy poco para cumplir los cuatro años. En cualquier caso viendo sus hechuras, conformaciones anatómicas y alzada parecía que estábamos más ante una corrida de toros que ante una novillada. Excepto el primero que cabeceaba en la muleta de su lidiador, todos los demás han sido bravos y duros. Especialmente el tercero de la tarde que hizo sudar tinta a todos: Al público, a los subalternos, a los picadores, a los carpinteros y al diestro encargado de lidiarle. El de Aldeanueva de dos zurridos se cargó dos burladeros de la plaza, haciéndolos añicos y volando las tablas por el callejón. Puesto en el caballo, derribó con violencia al picador que tuvo que recibir asistencia médica, en tanto el caballo corría despavorido y desbocado por el ruedo hasta chocar estrepitosamente contra las tablas de la barrera, mientras los toreros hacían de tripas corazón, tragaban árnica y miedo para poner orden en el desbarajuste total que se preparó, mientras que muchos espectadores jaleaban al toro, reían e incluso mostraban hilaridad por la situación cómica y extraña por razón del miedo.
Luego el torero Diego Peseiro, calmado y puestas las cosas en su razón y justa medida, estuvo muy valiente y entregado con el toro, aunque antes de salir, entre barreras, uno de los subalternos le decía: «Todo lo que le hagas con calma y con cabeza«. Y luego: «Se lo digo porque soy amigo de él». El «carpintero» de Aldeanueva iba con furia a la muleta, con raza y repitiendo y eso que en las varas le dieron estopa con fuerza y por tres veces para ahormarle. La cuadrilla un auténtico desbarajuste, sin sitio, sin concierto ni orden, ni lógica aunque todo se disculpe por el mal rato pasado con este animal en el ruedo.
Valiente el portugués en todo momento, hasta intentó colocar rehiletes pero tuvo que tomar el olivo en un par de ocasiones ante los achuchones del toro, saltando la barrera. Con el sexto que cerraba la corrida, un castaño lustroso, cuajado, grande, largo y muy bien hecho se fajó como pudo el torero aunque con la espada no tuvo excesiva suerte.
Gerardo Rivera que cortó tres orejas a su lote fue quien mejor disposición y preparación tuvo. Banderilleó a sus ejemplares y en todo momento mostró su mejor oficio. El primero de la tarde, bien lidiado por Herminio Jiménez con el capote, fue más brusco que el segundo de su lote le permitió un par de series antes de quedársele corto y con cierto peligro. El mexicano estuvo aseado y valiente y tras estocada entera recibió la oreja, horriblemente mendigada a grito pelado por la cuadrilla y pedida por muy pocos pañuelos en el tendido. Estuvo más confiado en el cuarto de la tarde con pases de buena factura y entrega en su faena. Tras una estocada entera, recibió las dos orejas del ejemplar.
Javier Suárez, el novillero madrileño, tuvo un novillo de excelente comportamiento, bravura y nobleza. Tras dos varas, le instrumenta un quite por chicuelinas. Mario Campillo lidió con acierto a este bravo ejemplar de Aldeanueva, gustándose con el capote, hasta que tras brindar el novillero al público empezó su faena por la derecha, con una dirección técnica desde el burladero a voz en grito animándole e indicándole que a poco le aturulla más al muchacho. Tras pinchazo y estocada, le cayó la primera oreja que completaría con otra más al quinto de la tarde, garantizándose así la puerta grande y siendo acompañado por una compañía de niños que saludaron ellos también desde el centro del platillo al acabar la vuelta de honor como se recoge en la fotografía de Fermín.
En resumidas cuentas, una novillada de mucho interés esta de Aldeanueva que de haber caído en manos más expertas hubiera significado una extraordinaria tarde de toros. Al final tenía razón «Taru» cuando me dijo: «Ya verás cuando veas la novillada que voy a dar en Mojados«. Y cumplió el bueno de Luis Antonio, a quien le gustan los toros y vive para ellos.
Y cuando ya era la noche cerrada, titilaron las lentejuelas de los trajes de luces de tres valientes novilleros que bastante hicieron esta tarde en Mojados cuando el oficio se practica poco y tienen que enfrentarse a cualquier res que salga de toriles.
Fotos: José FERMÍN Rodríguez
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