La siembra dentro de poco empezará a dar sus frutos porque la esperanza es, tiene que ser, lo último que se pierda. Viene a cuento este pequeño comentario de hoy a engrandecer con una imagen por aquello de valer casi más que mil palabras la fiesta de toros, cimentada en los festejos taurinos populares de nuestros pueblos y que, día a día, temporada a temporada, les visitamos para recoger testimonios gráficos del buen hacer y ejercicio de la gente, especialmente en estos meses de verano, cuando los toros bravos corren por calles y plazas para llevar la emoción a los corazones con su singularidad belleza de arrojo, fuerza, valor y espectacularidad.
Que la fiesta de toros está incardinada en las raíces de muchos españoles, mexicanos, peruanos, venezolanos, franceses, portugueses… es algo irrebatible. Pero llevar el ejercicio de la tauromaquia a la práctica de las personas eso sólo lo hacen los abuelos con los nietos o las madres y padres con hijas e hijos o un tío con su sobrino o, simplemente un amigo con otro. Ahora mismo las noticias de tauromaquias populares y su ejercicio en el que se han implicado diestros famosos y con pedigrí profesional dando clases de tauromaquia al aire libre, enseñando a los niños a manejar los trastos de la lidia, suponen la aplicación práctica a estos menesteres imprescindibles para dar a conocer la misma a las generaciones que vienen detrás. Enseñar con deleite, con gusto, con afición y entrega, con verdad, supone un ejercicio de primerísimo orden en el desarrollo del sentimiento taurino y su apreciación.
Formidable, por ejemplo, la cara serena, tranquila, admirada, fija, detenida, sin perder un detalle de la embestida del toro, la de esta niña de la localidad cacereña de Coria donde por San Juan han corrido los toros por sus calles estrechas e históricas en una memoria de siglos y en una tradición inolvidable al calor del verano, cuando baila el sol. La niña fue captada por José Abril «Carpita», uno de los fotógrafos del patronato del Toro de la Vega de Tordesillas, tras las talanqueras de una calle el día de San Juan en Coria, la cual acompañada de su madre que retrata el lance impetuoso del colorado, mira, ve y asimila en su fuero interno lo destacable de la fiesta de toros.
Y más pequeña todavía, aupada en los brazos de su abuela acogida tiernamente segura, con su madre al lado, en uno de los toros populares de por aquí, disfrutan viendo, acogidas las tres al seguro de la ventanuca de la casa, cómo el morlaco es citado y burlado en su ímpetu violento por un hombre tan solo con un jersey.
Las dos fotografías enseñan algo muy importante en la pasmosa tranquilidad de las personas ante los toros bravos y es, concluyendo, que esto es único, enriquecedor, educativo, forjador de carácter e irrepetible digan lo que digan y entiendan la vida como la entiendan los que quieran llevar la contraria.
Fotos: José «Carpita»
Deja una respuesta