Ayer por la tarde, domingo, Olmedo vistió su coso de la Soterraña con las galas de fiesta y el público se dio cita en su recinto para contemplar la novillada de la Feria cuyo resultado y crónica tiene el lector aquí mismo, en este portal. Pero el motivo de estas líneas no es insistir en el resultado del festejo sino en la organización del mismo.
Este hecho de organizar y dar toros en los pueblos es una tarea de personas que tienen a su cargo la afición, el deseo y la extraña decisión pese a obstáculos e imprevistos, por aportar de lo suyo, de su trabajo y de su pecunio a fin de servir a una fiesta en la que creen y de la que se ven abducidos.
La mirada del empresario captada en un burladero del callejón es todo un ejemplo de análisis de riesgo, factores y situación de la mercantil para salir a flote en los dineros aportados y recibidos como consecuencia de la adjudicación del pliego municipal. Alberto, sereno en el semblante y satisfecho por el trabajo realizado sigue atento las evoluciones en el coso histórico de Olmedo.
Otra de las cosas que me han hecho poner negro sobre blanco esta apreciación es que las reses de las novilladas venían en puntas, sin toques especiales de acicalado de pitones, dando así la verdad del cuento y que el aficionado y público merecen, que no es otro que recibir el espectáculo de los toros, íntegro en sus astas, liturgia y realidad. Luego, eliminar venenos y bellotas, acicalar como si para una boda fuera y romper la integridad de las defensas, eso sí que debería ser motivo de protesta y rechazo del aficionado.
Y por último en Olmedo, el despeje de plaza estuvo protagonizado por dos alguacilillos, vestidos de época, tal y como exige la liturgia de la fiesta y sus menesteres.
En fin y con la razón expuesta, cuando las cosas se sienten y se quieren hacer bien, se hacen. Y no hay más que hablar.
¡Bien por Olmedo!
Fotos: FERMÍN Rodríguez
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