La esperanza puesta en este torero, encumbrado antes de tiempo bien es verdad que a raíz de su triunfal actuación en la apoteosis que protagonizó en Sevilla, sin que la madurez, la perfecta formación, el tiempo y el poso de la vocación calara hondo en su propia vida, me ha parecido evidente, tras verlo en su estrepitoso fracaso que ha tenido en Mexico, en su confirmación, cuando debió lidiar con la dificultad patente de toros complicados.
Todos los aficionados sentimos pena y se nos ha encogido el corazón al comprobar que aquel toreo al que se rindió pleitesía, aplauso y reconocimiento en una joven personalidad torera encumbrada en lo más alto, ha sido un relámpago fugaz, callado, sin brillo en este maldito invierno cuando el toro duro, difícil es exigente y no hay garantías de éxito.
Muchas personas tienen puesta su esperanza en este joven torero, al que han idealizado y colocado en un pedestal donde solo habitan los comprometidos por la pasión, el trabajo, la dedicación, el esfuerzo , el tiempo y la grandeza de superar cada día todas y cada una de las dificultades que la lidia plantea.
Y si esto pasa, como dice Pla y Ventura, cuando el toro es la base de la fiesta, mucho deberá mejorar Pablo Aguado para colocarse en la cúspide de la pirámide donde radica el triunfo y la fama.
En una de las historias que yo contaba a mis alumnos, les refería que un abuelo y su nieto iban por el campo, cuando el niño encontró una hermosa manzana caída del árbol. La mordió y escupió el trozo porque le supo mal. Estaba verde. Su abuelo le dijo al nieto: «La manzana, hijo, abandonó el árbol antes de madurar, creyéndose ya madura».
Pues algo así pasa cuando a un torero que no ha conseguido nada aún, le llueven cánticos y alabanzas, ditirambos animosos, rindiéndole reverencia y encumbrándolo en un olimpo en donde su mérito aún no lo ha consagrado. En fin. Tal vez ahora se comprenda lo duro que es ser torero, máxime cuando es tiempo lo que se precisa para madurar, para hacerse pleno, completo. Como todo en la vida. Tiempo y paciencia. Eso es lo que debe asumir Pablo Aguado como todos aquellos que quieran ascender en esta espiral de arte, emoción, poderío y riesgo.
Foto: Raúl CARO y JOsé FERMÍN Rodríguez
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