Es verdad que a veces quienes tenemos ante nosotros un folio en blanco o una pantalla de ordenador para escribir lo sucedido, acaecido, opinión, crítica o demanda, según la disposición de quien escribe o dice, máxime tratándose de toros donde la subjetividad suele ser más fuerte que la objetividad, no damos en el clavo con aquello que se quiere criticar, ensalzar o censurar. Pues bien, cuando la amistad está coronando la guinda de ese dulce que es la acción torera, la cosa no puedes ser en sí mala, antes al contrario, digna de resaltar. Tal es el caso de aquellas personas que se dedican a la ayuda, al apoyo y al acompañamiento de los diestros que quieren ser toreros o ya lo son. Muchas de esas cuadrillas son personas que cuentan temporada tras temporada y festejo tras festejo con la anuencia y confianza de quien deposita en ellos no solo su amistad sino también su seguridad y su propia vida. De ahí el mérito. La verdad es que en ocasiones los afectos suelen ser volátiles y lo que hoy goza de extraordinaria amistad y entrega interesada, mañana puede ser roto por el pragmatismo individualista con que contamos todas las personas.
En mis escritos sobre toros trato por todos los medios de ser objetivo, imparcial, contar las cosas sin que nada ni nadie condicione la palabra. Cuestión que no siempre puede ejercerse con absoluta libertad, porque filosóficamente, mi libertad de expresión termina donde empieza la tuya. Los toros dan a pie a momentos inolvidables, compartidos, unas veces con afecto y otras donde el recuerdo aflora desbocado. Y en ellos siempre hay personas más unidas por sus circunstancias que otras. Este es el caso que traigo a consideración de una cuadrilla que acompaña en la brega al novillero Pablo Santana que quiere ser torero, y para eso se prepara. Cuenta con ascendencia en Alaejos, donde está la Giralda de Castilla en dos torres señeras, que apuntan al cielo y se coronan por encima del caserío como dos glorias benditas. Su padre, Fidel, un hombre ilusionado y apoyo del hijo en todo momento que quiere ser torero trajina con trastos, idas y venidas, pespuntes a los desgarros capoteros, hilados con dura pero fina mano artesanal, sufriendo con los fracasos y esponjándose con orgullo por los éxitos del muchacho. Y con él la cuadrilla con la que posó en la fotografía del recuerdo que acompaño a este comentario allá en el “rincón de Santana”, a donde espero volver, el santuario en el que Fidel comenta y habla de toros, repasa faenas y comparte pan y vino con sus amigos. Ellos son José Sánchez “Maroto”; Jesús Herrero y Ramiro Herrero, hijo y padre, subalternos de postín, oficio y lealtad para con su Pablito. Que la verdad ya está siendo Pablo Santana, su nombre suena en los carteles de la mano del torero salmantino Andrés Sánchez que es su mentor, quien le cuida, le prepara y le dirige con mano acertada y sabia hasta el momento.“La fruta madurará cuando esté en sazón y no antes”- es la mejor explicación que puede darse para desentrañar el porqué de una presencia en cualquiera de las plazas de toros. Pablo Santana debutará con picadores seguramente entrada la canícula de agosto o cuando la uva septembrina esté a punto de vendimia.
Suerte, Pablo, ánimo, esfuerzo, sacrificio y preparación.
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