Siempre se ha dicho que conocer el oficio de torero es algo por lo que se debe empezar en esta difícil y complicada profesión. Conocer los entresijos, utilizar los recursos y apreciar todo aquello relacionado con este tan singular, querido e idolatrado mundo taurino.
Una vez que llega el invierno, los fríos y que la temporada en España ha dado su fin para esa parva inmensa, cada vez mayor, de chicos y jóvenes que recorren las plazas de los pueblos en fiestas para mostrar a quien quiera verles su arte, su afición y su entrega en el manejo de un capote y una muleta, es tiempo sin duda alguna para meditar por lo hecho, corregir errores y sobre todo para estar bien preparado de cara a la nueva temporada cuya puertas se abren enseguida y así, cuando te quieres dar cuenta ya se hallan todos inmersos en las idas y venidas por festejos y torerías.
Tal es el caso de un muchacho que nació en Valladolid pero que se crió en Alaejos a la vera del campanario augusto de la Iglesia de San Pedro. Este espigado joven veinteañero se llama PABLO SANTANA y esta temporada que para él empieza es la decisiva en su carrera para seguir progresando en el ascenso a la cima en donde reposan los grandes toreros y sueñan cada día con la faena de dominar, templar y mandar a un toro bravo. Pablito, como yo le llamo para distinguirle de su padre, excelente aficionado, apasionado y entregado a la causa de dar a su hijo la posibilidad de hacerse torero, estuvo en la finca de Trifino Vegas en Matapozuelos para torear unas vacas que éste le había preparado. Ha sido una mañana ventosa con lo que se precisaría buscar las obrigadas de la plaza a fin de realizar las faenas que los animales pidieran. Riego generoso de agua a las muletas y capotes para que el viento causara el menor problema posible en los instantes del lance.
La verdad es que desde hace algunos años en los que entré a formar parte de la Federación Taurina de Valladolid conozco a Pablo y le he visto en su evolución artística, valiente y estética. Entiende el toreo, lo ejerce con valor y entrega y hace de su mano izquierda un auténtico lujo cuando enhebra los pases de la res, meciendo la embestida del animal con acierto y belleza. No en balde, Pablo estuvo en las nocturnas de Valladolid de este verano cortando una oreja al enemigo que le tocó en suerte y allí desarrolló una faena digna del galardón obtenido. Y seguro y mayor hubiera sido el premio si acierta con el estoque a la primera. Pero bueno todo no puede ser.
Y ya que el tiempo acabará dictando su veredicto, tan sólo un consejo: Reviste todos tus actos de humildad, acogiendo las críticas de cuantos no te conocen con respeto y sencillez, protestando de ellas no con la palabra, sino con la muleta, toreando cada tarde, esforzándote por hacerlo mejor cada día, entrenando, preparándote y viviendo una vida dedicada al toro y al toreo.
Pablo está madurando a pasos agigantados, con oficio, temple y mando. Y así le vimos en Matapozuelos, sabiendo qué hacer en cada momento, sin alharacas, sin ínfulas ni pretensiones. Tan sólo ir cimentando, paso a paso, firme y constante, el oficio, la profesión de torero.
Y hoy sábado en Matapozuelos en Isla Brava, pese al viento desapacible y molesto, he visto un chaval, al que aprecio, torear estupendamente bien, con sitio, clase, gusto y torería. Ánimo, Pablito, y a seguir esforzándote.
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